Ayer finalizó la undécima edición de la Ibiza Bike Week 2002. Durante varios días se han tomado la gente de Eivissa y los medios de comunicación han tomado fotografías de esta multitudinaria concentración, pero todavía no se había hablado, con nombre y apellidos, de esos hombres y mujeres que recorren el mundo subidos en una Harley.

Ty-Oerny y Jeannie han contado su historia para Ultima Hora Ibiza y Formentera. A Ty-Oerny, un alemán de la ciudad de Stuttgart, le avala un cuarto de siglo de experiencia sobre su Harley. «La primera moto me la construí yo mismo con quince años», recuerda. Desde entonces ha recorrido alrededor de 27 países, participando en concentraciones tanto de Europa como de EE.UU, e incluso organizándolas él mismo, como es el caso del encuentro 'custom' (motos personalizadas) de Sielefeld. Nada más y nada menos que unos 600.000 kilómetros han llegado a sumarse en el contador de su moto. Para este motero su pasión tiene una faceta artística que se traduce no sólo en la personalización de su Harley, sino también en la fotografía. «Desde hace un tiempo empecé a hacer fotografías desde la moto y ahora me las piden para muchas revistas especializadas», cuenta.

Nacida en Lucerna (Suiza), Jeannie trabaja como representante de una marca de cigarrillos, pero desde hace diez años sus ratos libres los dedica a cuidar y a viajar en su Harley. La última, un modelo Evolution que pesa 230 kilogramos, se la compró hace 5 años con una curiosa peculiaridad: los chasis son de acero. Asegura no haber sentido ningún tipo de discriminación, «sólo diversión», y sentir predilección por la marca Harley, porque , según ella, «es la única».

Como es lógico, el peor momento que tanto Jeannie como Ty-Oerny recuerdan haber vivido sobre una moto ocurrió cuando sufrieron un accidente. «Al patinar a 160 kilómetros por hora en una carretera de Alemania; en lo primero que pensé fue en la moto», confiesa él. Por su parte, el percance de Jeannie fue mucho más reciente: «El pasado jueves, en Eivissa, un coche chocó contra mí; a mí no me pasó nada y la moto tiene alguna cosa que podré arreglar cuando vuelva a mi país».

Ambos coinciden en alabar esta isla que les acoge desde hace ya varios años. «Aunque hay sitios, como Suiza, muy bonitos para conducir, me gusta concentrarme aquí porque es un lugar en el que puedes divertirte de muchas maneras diferentes, no sólo bebiendo en un bar», dice Ty-Oerny. Eso sí, en este punto aprovecha para lanzar una crítica constructiva: «Las carreteras de Eivissa son regulares, podrían estar mejor, ser más seguras. Por eso siempre hay que advertir que hay que conducir con calma», argumenta. A partir de hoy la isla se irá vaciando poco a poco de estos caballos de acero que cada año hacen rugir a Eivissa.