El fin de la veda del raor ha hecho salir al mar la gran mayoría de las embarcaciones que hay en Formentera. Las de los residentes y las de los visitantes, ya que por fin ayer el raor se podía pescar legalmente aunque como se ha podido comprobar, desde hace algunos días se estaba haciendo de forma furtiva.

Si hace pocos años al raor lo iban a pescar los formenterenses y sin prisas pero sin pausas, las vedas han hecho que «hasta quien jamás iba a pescar el raor vaya ahora, es como una fiebre perjudicial -decía ayer un pescador de toda la vida-, porque comporta un efecto negativo y sumamente exterminador de la especie». Lo cierto es que ayer las marinas deportivas y s'Estany des Peix presentaban un aspecto absolutamente inusual por la escasez de embarcaciones.

Las existencias de gambas para cebo habían desaparecido días atrás ya que todos los pescadores estaban haciendo acopio de algo tan fundamental para la pesca del raor; la gamba es la golosina, el bocado preciso y precioso para que el pescado no falle a la cita. Desde primeras horas de la mañana las inmediaciones de Formentera se convirtieron en un gran damero blanco y azul, ya que una mar óptima para la pesca se veía cuajada de todo tipo de embarcaciones.

«Las vaques serán para comer y los raors para cenar», explicaba en el mollet de es Calò, Vicent, un pescador retirado, curtido en mil batallas y que había salido a pescar «un rato» sin ánimo o afán de llevarse más pescado del que había de consumir. Unas cuantas vaques y dos decenas de raors, alguno de ellos de tamaño inmejorable, esperaban el momento en que Vicent, de forma metódica y con esa habilidad que sólo dan los años, desescamaba en algunos casos y limpiaba en otros en función del tipo de pescado y de la futura forma de condimentarlos.

Otro habitual del fin de la veda confesaba que «sé que a la hora que he ido a pescar no es la más idónea porque el sol aún no estaba alto, pero a mediodía debo estar en tierra para trabajar». Otra persona afirmaba que no le gusta el pescado y tampoco ir a pescar, «pero el día de los raors procuro salir siempre con algún amigo porque es algo especial, algo que en Formentera la gente espera como si se tratara de una fiesta y me gusta embarcarme para disfrutar con los que disfrutan». Toldos, gorras, sombreros, cualquier cosa es buena para protegerse del sol en un día, que a diferencia del pasado año en el que a poniente de la isla la mar esta complicada, era inmejorable para ir a por el raor.

Los había que pensaban pescar hasta el límite permitido, 50 ejemplares por licencia de pesca deportiva hasta un máximo de 20 kg por embarcación con más de cuatro embarcados con licencia, y luego volver a tierra para torrar los peces, mientras que otros pensaban hacer una larga jornada de pesca sin la menor prisa y comiendo tranquilamente a bordo «hay que disfrutar de días como éste» afirmaba un formenterés aficionado a la pesca.

Por el contrario los había que en sus puestos de trabajo se mordían metafóricamente los puños por no haber podido librar, encontrar un sustituto o convencer al jefe de que le diera unas horas de asueto para ir a por el raor. Durante todo el día de ayer el olor de pescado frito parecía envolver de forma sutil una isla que cuenta con buenas pesquerías de un codiciado ejemplar marino, el rosado raor de agudos dientes y suculenta carne que se paga en lonja a casi 6.000 pts el kilo.