Vicente Planells regresa cada dos años a su Eivissa natal para descansar y cambiar de aires en compañía de su familia y amigos. Foto: M. FERRER

Allí hay mucho por hacer y necesitan nuestra ayuda». Esta es una de las razones por las que Vicente Planells lleva 23 años en Centroamérica como misionero, donde ha vivido todo tipo de experiencias. El Salvador, Nicaragua y actualmente Guatemala son los países en los que el párroco ha trabajado.

La parroquia de Panajachel, en Guatemala, es el lugar donde desde hace seis años actúa este ibicenco y donde comenta que se quedará «mientras pueda andar y sentirme útil». Su labor en esta zona indígena es tanto «evangélica como social, en un país pobre y tan necesitado donde hay una alta tasa de analfabetismo no se puede disociar una labor de otra».

A la hora de hablar del trabajo de los misioneros siempre hay que tener en cuenta la realidad concreta de cada zona. En el caso de Guatemala, Vicente Planells explica que «es una población dedicada principalmente al cultivo y sumamente pobre».

La labor de estos religiosos se centra en ayudar desde la base. Por eso, los niños son el principal punto de atención. Socialmente destaca el apadrinamiento de niños. El dinero que se obtiene con esta obra no se les entrega directamente, si no que se emplea para comprarles el material escolar, construir salones para reuniones y garantizarles una asistencia médica. «Mi tarea es potenciar más y mejor esta labor», explica el párroco.

A través de esto se ayuda igualmente a las familias. Al atender a los niños se reúnen con los cabeza de familia y ellos reportan sus necesidades, preocupaciones en que se les puede ayudar. Así, se les conoce mejor y se puede ir directamente a cubrir sus deficiencias. Para conseguir todo esto es fundamental ganarse la confianza de la comunidad. Cada pueblo es distinto y por eso «hay que entenderlos, no cambiar sus costumbres. Con respeto se hace lo que quieras».