Eran las 12'30 cuando ya se podía ver un, todavía reducido grupo de gente, esperando en la puerta que abriría minutos más tarde. El camino que lleva a la entrada se presentaba cubierto de velas sobre macetas de cerámica que hacían posible la iluminación y evitaba alguna posible rotura de tobillo. El poco público que allí aguardaba podía entretenerse cotilleando en la cueva que le dio nombre al local y que ahora hace de pequeño museo.

En el interior cinco chicas y un chico, subidos a seis plataformas que rodean el espaciado local y bajo una cálida luz, empiezan a dar tan sólo un poco de lo que más tarde el público podrá saborear.

El grupo estaba compuesto por 16 bailarinas y 2 bailarines, el género masculino escaseaba considerablemente, pecho descubierto y pajarita, era lo que el público femenino podía contemplar. Dos chicos de aproximadamente 1'90 ocuparon la escena principal, su atuendo, consistía en una camisa a la que sólo le quedaban los puños y el cuello.

El grupo de streptears es de origen extranjero en su totalidad menos una española, y ha venido a la isla con el único objetivo de bailar hasta septiembre en el local.