María Sol es una mujer argentina que vive por y para sus gatos. Tiene nada más y nada menos que 80 y cuando llegó a la decena decidió alquilar una casa en el campo para poder cuidarlos. Su amor por los gatos lo recuerda desde siempre, pero su verdadera relación con estos animales comenzó hace unos años, en su apartamento de Eivissa, donde conoció a Gordono. «Yo daba de comer a varios gatos, pero un día uno de ellos subió a casa y se quedó». Poco después María Sol vivió una de las muchas experiencias que tanto le gusta recordar. «Gordono tenía una novia, Flora, que no se dejaba ni tocar. Pero todos los días venía y le esperaba en la puerta de casa; por la noche los dos volvían, se daban unos besos y ella se marchaba». Un día Gordono desapareció y nunca supo nada más de él, ni de Flora. Pero cuando a la gata le llegó la hora de morir lo hizo en la puerta de Maria Sol, esperando a su compañero.

María Sol se gasta más de 100.000 pesetas al mes sólo en comida. «Las subvenciones deberían ser más elásticas, para recibirlas hay que construir y crear un núcleo zoológico, y yo no puedo hacerlo. La verdad es que sin la ayuda del veterinario Fernando Ribas no sé que haría», confesaba.

De María Sol y Asunción la gente muchas veces piensa que están locas por todo lo que hacen por los gatos. Asunción convive con su familia que incluye también a tres gatos, Misi, Lluna y Copito. Pero en el bosque de enfrente de su casa unos 50 gatos esperan diariamente su visita. «En el mes de mayo y junio, cuando crían, y en navidad, cuando los dueños se van de vacaciones, es cuando más gatos dejan abandonados», afirmaba Asunción. Ella hace lo que puede por ellos, si están muy enfermos o son muy pequeños se los lleva a casa un tiempo, pone anuncios y cuando llega la época de celo a las gatas les da pastillas para evitar que queden embarazadas.

Angels vive en Platja d'en Bossa y cada noche, a eso de las 21'00 horas, sabe que una quincena de gatos del barrio la están esperando para recibir su ración de comida. «Es una colonia que vive en una casa en ruinas y hemos esterilizado a casi todas las gatas», explicaba.

Pero el esfuerzo merece la pena. Sino, sólo un ejemplo: cuando María Sol y Asunción han estado muy enfermas, uno de sus gatos siempre ha estado a la cabecera de su cama , sin separarse ni un solo momento.