D alt Vila, que presume de ser uno de los barrios más tranquilos de la ciudad a lo largo de todo el año, dejó de serlo el pasado viernes por la tarde. La celebración de la tercera edición de 'Eivissa Medieval' tiene la culpa. Ayer, segunda jornada de actividades lúdico-festivas del Medievo, miles de personas pasearon durante toda la jornada por las bulliciosas zonas montadas intramuros. Las actividades a pie de calle, que pillaron a más de un visitante desprevenido por su espontaneidad, picardía y, en algunas ocasiones descaro, fueron las que más gustaron. Con ellas los asistentes aprendieron pasos de danzas judías y formas de conquistar a lozanas damiselas, besando la frente, mejillas, manos y posando las rodillas en tierra al ritmo de flautas antiguas.

Una tranquila degustación de panpizza, pulpo a la gallega y caldos con solera se vio interrumpida en algún momento por un nutrido grupo de caballeros templarios procedentes de Teruel hambrientos y sedientos. «¡Vino taberneros! ¡Estais todos obligados a invitarnos a vino!» gritaron al llegar a la Plaza del Ayuntamiento e intimidar a los ocupantes de las distintas mesas y atragantando a alguno de ellos antes de despedirse al grito de «¡A conquistar el Castillo!». La Santa Inquisición se dedicó a pasear e insultar a una «mala bruja» enjaulada que, entre el griterío y con una rata blanca en mano, pidió clemencia a ensimismados paseantes antes de ser juzgada y quemada en la hoguera, según las leyes medievales.

Joan Xico, que según la leyenda fue el primer catalán que atravesó la muralla de Dalt Vila durante la Conquista Catalana, escenificó en el escenario montado en el claustro del Ayuntamiento su propia versión y visión de la Conquista de Eivissa a los árabes en 1235 en clave de humor. Muy cerca del claustro, en la iglesia de Santo Domingo, el cuarteto vocal 'Gaudium Musicae' interpretó un completo repertorio de piezas renacentistas mientras en el exterior, 'Atrium Musicae', captó la atención del público con su música antigua cuyos acordes brotaban de instrumentos desconocidos.

Un grupo de charlatanes perfectamente caracterizados captó la atención de grandes y pequeños al narrar cuentos y romances de época. Entre los numerosos pasacalles, el de personajes bárbaros ataviados con cascos, zancos y cuernos de animales que dejaron boquiabiertos a más de un pequeño, se dejaron ver grupos de danzas orientales aportando el toque exótico al recorrido en el que el Baluart de Santa Llúcia fue el lugar preferido por el público infantil. La zona reservada a cetrería, con ejemplares de búhos con los plumajes y coloridos más exóticos, buitres, halcones y águilas, fue la que mayor expectación despertó, sobre todo en los momentos en que dos maestros realizaron las exhibiciones de vuelo.

Los talleres de fabricación de velas al estilo medieval y los de aprendizaje de juegos malabares de la época, ocuparon el tiempo de las decenas de pequeños que se dejaron ver por el recinto festivo. Muchos de ellos, ante la ausencia del dromedario, optaron por subirse a lomos de los dos burros que realizaron numerosos paseos por la zona del Baluart de Santa Llúcia. Los puestos de artesanía, y sobre todo los de productos gastronómicos para llevar o comer en el momento, volvieron a reunir a cientos de personas que obsequiaron a sus respectivos paladares con auténticas especialidades hechas con recetas legendarias.