Pilar Valverde puso ayer el cartel que indicaba a sus clientes la decisión.

Llegó a Eivissa en la década de los cincuenta cuando tenía tres años. Su hermano es aparejador y comenzó a meterse de lleno en el mundo de los planos desde pequeña. Hasta que decidió montar una copistería que diera servicio a los arquitectos que trabajaban en la isla con la máxima celeridad posible. Asegura que podría pasearse por el hospital de Can Misses con los ojos cerrados sin golpearse con ninguna pared, ya que conoce a la perfección el diseño de sus pasillos. Ahora echa el cierre al local ubicado en la calle Carlos III de Eivissa, después de casi 30 años de servicio. Pilar Valverde ha decidido no dar el paso hacia las nuevas tecnologías y su maquinaria ya no puede competir con la de nueva generación.

«Mi hermano era aparejador, comenzó a tener fallitos y yo me impliqué de lleno con los planos. Un buen día me aburría en casa y decidí abrir una copistería». Así describe Pilar Valverde cómo abrió su negocio en 1972, con la intención de dar servicio a los aparejadores residentes en la isla, quienes encontraron en su local un lugar donde hacer copias de sus planos y proyectos y recibirlas el mismo día de la entrega. Enseguida se generó una buena relación con los arquitectos hasta llegar a formar una pequeña familia. «Los clientes han terminado siendo mis amigos, como una familia. Recuerdo que más de una vez alguno mientras esperaba a que le hiciera las copias de los planos le dio la papilla de frutas a mis hijas».

Por sus manos han pasado documentos confidenciales y numerosos planos de edificios, como el del hospital Can Misses: «Sólo de ver los planos hubiera podido entrar y salir en Can Misses con los ojos cerrados, y es que los vi muchas veces», apunta Pilar. Sin embargo, después de 29 años, ha decidido cerrar un negocio que ya había adquirido solera. Le ha costado tomar la decisión, casi tres años. «Ahora voy a ser ama de casa o a lo mejor colaboro con alguna ONG. Me ha costado tres años tomar la decisión de cerrar la tienda pero es que las nuevas tecnologías no están hechas para mí. Soy enemiga de los ordenadores porque vengo de la vieja escuela». A sus 51 años emprende un nuevo rumbo en su vida, después de 29 dedicados a la copistería.