El Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia
Civil impidió hace dos semanas el envío a la península de 40
lagartijas de Formentera, una especie endémica protegida cuyo
tráfico está tipificado como delito en el Código Penal. Los
reptiles se hallaban en el interior de una caja y fueron detectados
en una embarcación que une las Pitiüses. Posteriormente, la
herpetóloga ibicenca Nuria Riera analizó los ejemplares y determinó
que se trataba de lagartijas formenterenses, posiblemente
originarias de La Mola o de es Cap de Barbaria. Los componentes de
la Guarderia Forestal del Govern balear se encargaron de depositar
todos los ejemplares en La Mola.
Al parecer, la primera parada de esta partida era Valencia,
aunque posiblemente su destino final era Alemania, donde al estar
«de moda» se venden con mucha facilidad en el mercado negro, según
asegura Jaume Estarellas, técnico de Biodiversidad del Consell.
Cada ejemplar alcanza allí un valor aproximado de 10.000 pesetas.
Ese elevado precio se debe a las características especiales de los
reptiles pitiusos: estos endemismos tienen una coloración vistosa,
especialmente los de color turquesa, y son «simpáticos», es decir,
no son unos animales huidizos. El negocio para los traficantes es
«redondo», debido, sobre todo, a que las podarcis pytiusensis son
muy resistentes (de la partida, ninguna murió) y fáciles de
coger.
Según Estarellas, no es la primera vez que el Seprona impide el
tráfico de esa especie protegida. Precisamente por tratarse de un
«negocio redondo», empieza a repetirse con demasiada asiduidad:
«Incluso en otras ocasiones las partidas han sido más grandes». El
técnico de Biodiversidad del Consell también advierte de que se
está convirtiendo en el delito más típico de tráfico de especies
protegidas que se da en las Pitiüses.
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