MARCO TORRES
Antoni Marí «Frígoles» se rebela como un artesano de los de antes. En su taller, rodeado de cerámicas, barro y herramientas continúa haciendo lo mismo por lo que se le conoce desde hace 56 años. Cubierto de barro de pies a cabeza preserva su pelo con una gorra, que en tiempos fue blanca, y de la que asegura: «Siempre trabajo con ella». Él, su artesanía y su tienda han sido objeto de un premio 2001 de la cámara de comercio, en el apartado de empresa de Eivissa y Formentera. «La verdad es que me ha pillado por sorpresa. No me lo esperaba, aunque me habían hablado de esa posibilidad otros años», explicó.

En cuanto al trabajo diario, que puede prolongarse durante 10 horas, «Frígoles» se muestra incansable. Hoy en día, ya no fabrica el barro él mismo, pero una vez saca los bloques de la prensadora su precisión es absoluta. Coloca el barro en el torno, el tradicional, por supuesto. «Tengo un torno eléctrico -dice- pero prefiero el manual porque es más fácil de controlar». Con la pieza de barro sobre el torno afirma: «De aquí voy a hacer un cenicero, de los de 200 pesetas; una hucha y una maceta». Efectivamente, son esas tres piezas las que confecciona, con maestría y en menos de 10 minutos.

Su maestro fue Joan Planells Riera «Daifa» cobrando 5 pesetas diarias como aprendiz y con quien abrió la tienda en 1969. Él mismo ha tenido alumnos a su cargo. Tres hasta la fecha, de los cuales sólo uno se dedica al oficio, Adrián Ribas Escandell, y a pesar de que muchos lo intentan no es fácil. «Es un oficio difícil de aprender. No se puede hacer en tres meses. Cuando me retire me gustaría tener una pequeña escuela con 7 u 8 alumnos que sigan con el oficio».