Los pantalanes de Ibiza Nueva han dejado de lucir el aspecto que obligaba a colocar el imaginario cartel de completo en los meses de julio y agosto. Ahora sobran huecos y uno de ellos ha sido aprovechado por el «Corsaro II», un velero escuela de la Academia Naval de la Marina Militar italiana que permanecerá en Eivissa hasta el próximo domingo, día en el que regresará al país alpino después de haber recorrido Europa en cuatro meses. En su interior, navegan con la tripulación seis cadetes que ultiman los detalles para obtener un reconocimiento sobre las técnicas que han aprendido en este período de tiempo.

Sus velas han navegado impulsadas por los vientos recibidos en el Reino Unido, Noruega, Dinamarca, Bélgica, Italia y España. En mayo, cuando comenzó su aventura marítimo-militar ya estuvieron en Mallorca, A Coruña y en Vigo. Ahora han llegado procedentes de Puerto Banus (Marbella) a Eivissa, que se ha convertido en la penúltima etapa antes de regresar a aguas italianas el domingo. Francisco Donatelli, ayudante del contramaestre de la embarcación, contó a este diario alguna de las incidencias que les ha deparado el viaje a bordo del «Corsaro II». «En nuestra estancia en Dinamarca participamos en la regata Cutty-Sark y quedamos terceros. El trofeo nos lo entregó el príncipe de aquel país en Esbjerg. Después seguimos en la America's Cup, celebrada en el Reino Unido, aunque con menos suerte».

Con todo, la intención de este velero descansa en enseñar a los cadetes que viajan a bordo las técnicas básicas de navegación. «Eso sólo se aprende con un contacto permanente con el mar. Estar cuatro meses exige mucha paciencia; los cadetes sufren mucho la inexperiencia y los primeros días lo pasan bastante mal. Y es que nunca se sabe cómo va a responder el cuerpo humano cuando no está acostumbrado a navegar durante tanto tiempo», explica Francisco Donatelli. La tripulación la comandan Paolo Barbabrotto, capitán del «Corsaro II» y Michele Renna, contramaestre. En total son 16 las personas que han vivido la aventura.

En el interior de la embarcación tienen colgada una ristra de ajos. «Nos da buena suerte y nos aleja de las calamidades, es cuestión de superstición», matiza el ayudante del contramaestre. La tripulación aprovechará su estancia en la isla para conocer un poco la noche: «Sabemos que Eivissa tiene fama de tener marcha. Normalmente vienen muchos italianos aquí y nos comentan este aspecto siempre». Mientras el resto del pasaje descansa en un hotel cercano al lugar donde está amarrado el velero, dos lo custodian. Así será hasta que el domingo a primera hora de la mañana partan hacia Porto Ferrario, donde expondrán las conclusiones de la aventura a otros cuatro veleros-escuela de similares características que han recorrido otros lugares.