Alrededor de sesenta personas habitan las ruinas del antiguo local
de espectáculos Sa Tanca, situado a las puertas de la localidad de
Sant Antoni. La mayoría son jóvenes que han llegado a la isla para
veranear o para trabajar. Los hay de todas las nacionalidades,
especialmente españoles, pero también hay dos checos y un grupo
numeroso de polacos (diez adultos acompañados de un niño) y
argentinos.
Algunos 'okupan' Sa Tanca desde hace meses, si bien la mayoría
aterrizó en la isla hace escasas semanas en busca de trabajo o para
descansar. Buena parte son emigrantes que, según confiesan,
abandonarán Eivissa cuando acabe agosto. Si duermen entre la mugre
y los escombros es porque los alquileres están por las nubes.
Puy, una pamplonesa de veinte años de edad, vino a Eivissa para
«hacer la temporada». Buscó casa, pero por un apartamento de una
habitación en Port des Torrent le pedían 125.000 pesetas, cinco mil
pesetas menos que su sueldo de dependienta en un rastrillo: «Así no
podía ahorrar ni una peseta», explica. Tanto Puy como José -otro
'okupa' que ejerce de cabecilla y que trabaja en el ramo de la
construcción- se sorprenden cuando se les informa de que están muy
avanzados los trámites para desalojar Sa Tanca, según se notificó
durante el último pleno de la Corporación de Sant Antoni.
La Policía Local y la Guardia Civil sólo esperan la orden del
juez para proceder. La petición de desalojo partió de los dos
propietarios, uno de ellos gestor de una importante discoteca de
Eivissa. Ante esta circunstancia, José, como el resto de sus
compañeros, suplica que les dejen permanecer allí hasta que acabe
el verano: «Y si tienen que desalojarnos, que avisen, que vengan
pacíficamente. Aquí somos muy pacíficos. El problema de
desalojarnos ahora sería en dónde viviríamos. ¿Quieren acaso que
vayamos a dormir a la playa?». En abril ya sufrieron un desalojo,
pero en ese caso intervinieron «tres matones», que provocaron una
tensa situación. Los ocupantes se largaron, pero volvieron semanas
después, rompiendo candados y tirando los bloques que taponaban las
entradas.
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