R. BELTRÀN A causa del mal tiempo, muchos turistas y residentes decidieron ayer pasear por la ciudad. Sin duda, debieron arrepentirse cuando, tras la intensa lluvia registrada al mediodía, las calles se inundaron de agua procedente de las alcantarillas.

Así, parecía que Eivissa había vuelto a la Edad Media. Las ratas campaban a sus anchas por las aceras, mientras los propietarios de los comercios perseguían con escobas a las que todavía no flotaban ahogadas. Además, algunos atrevidos se descalzaron y se arremangaron los pantalones por las rodillas para pasar entre los pequeños lagos que se formaban en las confluencias de las principales vías, pero seguro que no contaban con que tendrían que esquivar excrementos y demás basura procedentes de las cloacas que se habían embozado.

No obstante, quizá la consecuencia que más perduró de este desastre fue el olor fétido que impregnó a las calles de Eivissa. Además del barrizal y la suciedad que convertían a las calles en pistas de patinaje, un fuerte hedor se desprendía de las aguas que encharcaron estas zonas. Además, los peritos tendrán la agenda llena en los próximos días, ya que fueron muchos los locales que sufrieron pérdidas por la entrada de agua.

Palmeras partidas, coches con las ruedas tapadas por el agua, cortes de luz... Las incidencias de la intensa lluvia se contaban a pares a primera hora de la tarde. Y es que, a pesar de que la lluvia se ha hecho de rogar este año, la tempestad de tan sólo 15 minutos sobrepasó la capacidad de toda la red de alcantarillado de Eivissa.