El movimiento en el aeropuerto resultó muy intenso durante toda la jornada de ayer. Foto: V.F.

Cada vez que pasa un avión sobre el tejado descubierto de la discoteca «Space» de Platja d'en Bossa los jóvenes, que bailan en la pista desde las ocho de la mañana, dan un salto. La frecuencia de saltos ayer fue de uno cada cuatro minutos. Así, el aeropuerto de Eivissa atendió ayer un total de 329 vuelos de llegada y salida, convirtiéndose en uno de los días más ajetreados del verano.

La puerta de llegada era un torrente de pálidos turistas buscando a los representantes de su touroperador, quienes tenían que dar saltitos para dejarse ver entre la multitud, mientras que la puerta de embarque presentaba una cola de rostros entre el rojo camarón y el torrado mediterráneo, rodeados de bolsas con las últimas adquisiciones. Curioseando en la tienda de productos típicos se descubre que son los españoles los que se llevan los flaós, la ensaimadas y la sobrasada mientras que los extranjeros apuestan por la desestacionalización del turrón de Jijona, del que se llevan algunas tabletas en pleno agosto, para sorpresa de los nacionales. Esther, de la tienda de Souvenirs, confirmaba que se vende más en estos días de tránsito intenso y que las preferencias de los turistas no son exóticas: camisetas y cerámica.

A pesar del follón, los retrasos no superaban la media hora, según el personal de Aena. Prueba de ello es que en las pantallas del aeropuerto parpadeaban alternativamente unos tranquilizadores «en hora-on time». «Los retrasos se deben a los slots, que son las esperas de pista que deben realizar los aviones cuando hay mucho tráfico aéreo», explicaba, sin perder la sonrisa, Patricia Àlvarez, una de las encargadas de Aena de atender al público.