Tuvo que aprenderlo todo cuando todavía era un chaval; su padre se quedó manco tras sufrir un accidente de pesca y se vio obligado a explicarle a su hijo los secretos de la apicultura. De aquello han pasado ya 62 años, y ahora José Ribas Sala, de Can Alifonso, de Sant Josep, conoce casi mejor la vida de las abejas que las de las personas. Junto a su esposa, Catalina Prats, se encarga de fabricar artesanalmente una de las mejores mieles de la isla.

Para muchos, estos insectos no pasan de ser molestos y peligrosos bichos capaces de arruinarnos una jornada de campo. Para él, son una especie ejemplar, con sus costumbres y su organización, además de producir el dulce néctar. Son más inteligentes de lo que nos pensamos y para demostrarlo cuenta esta historia: «Dicen que había un rey muy aficionado a las abejas y que quería descubrir todos sus secretos, así que ordenó construir una gran colmena de cristal para vigilarlas todo el día. Ellas no quisieron desvelárselo, por lo que a los dos días cubrieron todas las paredes con resina. Igual es una leyenda, pero es posible», explica. Al hablar de las abejas se entusiasma: «Es una de las pocas cosas de las que sé algo», señala con evidente modestia.

La producción de sus veinte colmenas es muy limitada, tan sólo unos 200 kilos anuales, por lo que en la mayoría de las ocasiones no puede dar abasto a la demanda. De hecho, a veces no tiene ni para regalar a sus amigos, que no son pocos. Su caso es muy similar al de muchos payeses de las Pitiüses: sus tierras están situadas en Sant Josep, cerca de Benimussa, y hoy por hoy está rodeado de lujosos chalés de extranjeros. Acaba de recibir una oferta de unos alemanes para vender su parcela: «Les mentí. Les dije que no necesitaba el dinero».