Una pequeña representación de las más de 185 madres a las que se aplaudía, portando la bandera del equipo. Foto: GERMÁN G. LAMA.

La verdadera historia del fútbol, la que se forja fuera del campo, narró ayer por la mañana uno de sus grandes episodios en el estadio de Can Misses. En el transcurso de la presentación de los quince equipos que configurarán las formaciones del Rapid de esta temporada, la directiva del club quiso realizar un pequeño homenaje a las madres de los jugadores -desde los alumnos de la escuela a los juveniles- que, una vez más, no quisieron perderse esta cita. Así, mientras María José, la admiradora más incondicional de su hijo, Vicente, repartía las últimas entradas para la rifa de la bicicleta, el resto se esmeraba por recaudar, a través de la venta de prendas deportivas, dinero para los quince equipos que conforman la entidad, unas tareas que dejaron sólo para aplaudir a los futbolistas cuando entraron en el césped. Desde allí, Xavi, Àlex o David les dedicaron con su sonrisa el mejor premio al que ellas aspiran.

«Se trata de una de las partes más importantes de nuestro funcionamiento», comentaba el recién nombrado presidente, Crescenciano Huertas. El directivo alabó el papel de este colectivo al que se rendía tributo «porque son ellas las que la mayoría de las veces se encargan del papel organizativo, desde traer y llevar a los chicos hasta animarles». No obstante, el sustituto de Julià Verdera quiso hacer extensiva la felicitación «a las parejas, porque son los padres los que inculcan el amor al deporte a los hijos desde la infancia y, sin ellos, ni siquiera existiríamos».

Fue un acto modesto, en el que las aficionadas portaron una enorme bandera del Rapid mientras que, por una vez, eran ellas las que escuchaban y corrían mientras dejaban las palmas para las gradas. «En realidad es más una celebración simbólica que otra cosa porque queremos que ellos sepan que nos damos cuenta de que están ahí» afirmaba Huertas.