Las flores ante las tumbas evidenciaban ayer que el recuerdo de los desaparecidos permanece en las personas. Foto: GERMÁN G. LAMA.

La afluencia de público ayer a los cementerios de todos los municipios fue una de las notas comunes de la isla en la festividad de Todos los Santos, fecha que gastronómicamente hablando se traduce en panellets, butifarrons y diversos frutos secos.

Numerosas personas acudieron, aprovechando el buen tiempo que acompañó la jornada, a los camposantos, que se convirtieron así en punto de referencia común entre vivos y muertos. Mientras algunos se saludaban a las puertas, el resto permanecía reflexivo ante la tumba de algún familiar o amigo. Miguel, trabajador de las instalaciones viejas de la capital, señalaba que «esta tendencia se ha mantenido durante todo el fín de semana, especialmente el domingo». Una conducta, que se repite cada año y que consigue tornar la habitual rutina de un lugar que se llena, por una vez, de vida y flores, en una primera impresión que cautivó a los que, como Javier, acudían por primera vez. Claveles, tulipanes y conjuntos silvestres aportaron color a una jornada presidida por el recuerdo y la nostalgia. Para permitir el acceso a todos, se habían instalado rampas para minusválidos que facilitaron a las personas mayores con precario estado de salud, no faltar a la cita con los suyos.

También en la capital, las obras de acondicionamiento del cementerio nuevo se comentaban con satisfacción entre los presentes, pequeñas mejoras que «han lavado la cara» de un sitio de culto para muchos y referente concreto de un pasado que se aloja en la memoria.