Lina Torres en su casa tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

Lina Torres (Ibiza, 1968) creció en el Portinatx de los años 70 y 80. Su vida laboral, que pasó por el pequeño y desaparecido centro comercial Portisol o los Apartamentos Nort, siempre en Portinatx, se vio sustituida por una vida familiar y de cuidado que ha ocupado la mayor parte de sus años.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en la clínica de Can Alcántara, en Vila. Pero mi familia es de Portinatx, de Xarracó. Mi padre era Pere, de Can Pep Lluquí, y mi madre es Eulària, de Can Pep Peret. Yo soy la única hija que tuvieron.

—¿A qué se dedicaban sus padres?
—Mi padre era pescador profesional. Iba embarcado en llaüts de gente de Portinatx, como los de Cas Mallorquí o con Pep des Cotxo. Mi madre se dedicaba a cuidar casas de extranjeros, sobre todo una de unos franceses que cuidaba durante todo el año, pero en verano se ocupaba de unas cuantas más.

—¿Cómo era ser una niña en el Portinatx de los años 70 y 80?
—Era muy divertido y familiar. Nos conocíamos todos y éramos una gran pandilla de amigos. Ha cambiado mucho desde entonces. Todos íbamos juntos al colegio y siempre hemos mantenido la amistad en un grado o en otro.

—¿Dónde iba al colegio?
—A Sant Joan. Mis padres nunca condujeron, mi padre siempre iba en moto. Por eso los primeros años, para ir al colegio, tenía que ir hasta casa de mi tío, que vivía en la parte de s’Arenal, para que me llevara. Me acompañaba mi madre cruzando las playas —nosotros vivíamos en sa Platja des Port— y ella se quedaba allí cuidando de mi primo y preparando la comida mientras mi padre estaba pescando. Cuando crecí un poco empecé a ir al colegio en autobús. En el colegio de Sant Joan nos juntábamos los niños de todos los pueblos de alrededor. Uno de los autobuses de Sant Miquel lo conducía Fermín, que era uno de los profesores.

—Desde Portinatx, ¿se sentían aislados del resto de la isla?
—¡Portinatx está muy lejos! (Ríe). Para llegar hasta Vila no había más autobús que los martes y los sábados. Salía entre las 7:15 y las 8:15 y volvía a las 12 del mediodía. Si no llegabas a ese, te las tenías que apañar con un taxi o contando con el de Sant Joan. Por eso, nada más cumplir los 18, me saqué el carnet de conducir. En Portinatx, sin coche, te morías.

—¿Continuó con sus estudios?
—No. Cuando terminé 8º de EGB dejé los estudios. Al principio estuve cuidando de unos niños de unos vecinos, Diana, María Jesús e Iván, mientras su madre trabajaba. Cuando abrieron el Portisol, una especie de centro comercial donde había una bolera, un supermercado y hasta apartamentos, empecé a trabajar allí. Comencé en el supermercado antes de que me mandaran a la bolera. Hubo una temporada en la que tardaron un poco en decidirse a abrir —no tardaron mucho en cerrar definitivamente— y me ofrecieron trabajo en otro lugar. Ante la duda, empecé a trabajar en los Apartamentos Nort, ocupándome de la lavandería, de la limpieza y demás.

—¿Trabajó durante mucho tiempo en los apartamentos?
—Hasta 1996, cuando me quedé embarazada de Vicent, mi primer hijo. Esa temporada la estuve trabajando embarazada, pero acabé por pedirme una excedencia. Poco después, mi suegro, Vicent, tuvo una embolia y nos mudamos a su casa donde me dediqué a ayudar en su cuidado junto a mi suegra, Catalina, después del de mi padre, y a criar a mis hijos.

—Nos ha hablado de sus hijos y de su suegro, sin embargo, no nos ha hablado de su marido.
—(Ríe) Es Vicent, de Can Vicent d’en Serra, que es del pueblo y nos conocíamos de toda la vida. Fue en el bar Can Xiquet, que abrieron mis primos, Juanito des Savinar y Marce, donde empezamos a ‘festejar’ y no tardamos mucho en casarnos. Después de Vicent, tuvimos a Pere y a Juanjo. Juanjo nos dejó a las dos horas de haber nacido. Es una situación muy difícil y hace 23 años ni siquiera nos lo pusieron fácil para poder enterrarlo, pudimos hacerlo gracias al seguro. Según los papeles, era un aborto. Por parte de la gente, no sabe cómo actuar. Te miran sin saber qué decirte.

—¿Tuvieron más hijos?
—Sí. Poco después tuvimos a Josep. Al cabo de unos años, cuando empezó a ir al colegio, nos dimos cuenta de que tenía una discapacidad, por lo que empecé a tener que llevarle a sus actividades a Vila además de llevar a sus otros dos hermanos. Desde entonces, Portinatx dejó de estar lejos. Cada día tenía que dejar a los mayores en Sant Miquel para jugar a fútbol, llevar a Josep a Sant Jordi, esperarle para llevarlo después a Vila y volver a Sant Miquel a por Pere y Josep para volver a casa, que está cerca de Sant Vicent. Tengo amigos que son taxistas que dicen que soy una taxista pirata (ríe). Según ellos, hacía más viajes que ellos.

—A día de hoy, ¿a qué se dedica?
—Sigo en casa con Vicent, Josep y con mi madre, ayudándoles y haciendo cosas en casa. Siempre me ha gustado leer, en el coche siempre llevo un libro, y también me gusta bordar, algo que aprendí desde pequeña y, aunque no lo practico mucho, siempre tengo algo por ahí empezado.