Mariano Roig en Vila tras su charla con Periódico de Ibiza y Formentera. | Toni Planells

Mariano Roig (Sant Miquel, 1947) dedicó toda su vida laboral a la construcción. Un oficio desde el que vivió en primera línea la evolución urbanística de Ibiza desde los primeros años 70.

—¿Dónde nació usted?
—Nací en Sant Miquel, en Can Aubarqueta, la casa familiar de mi padre, Mariano Aubarqueta. Mi madre, Margalida, era de Can Beya, en Sant Mateu.

—¿A qué se dedicaban sus padres?
—¿A qué se iban a dedicar? (ríe). De las tres clases de ibicencos que había en Ibiza, yo soy hijo de payeses. Ni de pescadores ni de lo otro (ríe). Sin embargo, durante La Guerra mi padre estuvo durante siete años como militar. Para poder elegir destino y quedarse en Ibiza se presentó como voluntario y estuvo todo ese tiempo en un destacamento que había en Punta Arabí. No tenía galones ni nada, pero al parecer se le respetaba tanto o más que a cualquier sargento.

—¿Cómo fue su infancia en Sant Miquel?
—Como cualquier otra. Los primeros años, cuando tenía seis o siete, iba al colegio en el mismo Sant Miquel. Allí nos juntaban a todos los niños de distintas edades y, la verdad, es que el maestro hacía más caso a los mayores que a los demás. Al cabo de un tiempo, se empezó a hablar muy bien de un profesor particular en Sant Llorenç, en Can Marí, y, pese que mi profesor en Sant Miquel era Marià Villangómez, mis padres me acabaron cambiando de escuela.

—¿Iba cada día desde Sant Miquel a Sant Llorenç para ir al colegio?
—Así es. Cada día nos juntábamos media docena de corrillos, mis primos Jaume y Joan entre ellos, y nos íbamos caminado unos cuatro kilómetros hasta el colegio. Tardábamos alrededor de una hora en llegar. Por el camino, sobre todo el de vuelta, no era raro que nos liáramos a pedradas contra otros grupos de chavales de la zona. Esa era la manera que teníamos de divertirnos entonces (ríe).

—¿Hasta cuándo estuvo estudiando?
—Hasta que me saqué el graduado escolar, con 14 años. Entonces tenía un vecino un poco mayor que yo, Toni Escandell, que trabajaba en la construcción y enseguida me puse a trabajar con él como peón. Cada mañana íbamos en su Vespa a una obra u otra. Estuve con él hasta que tuvo un accidente laboral y no pudo seguir trabajando.

—¿Continuó en el mundo de la construcción?
—Así es. Empecé como peón con 14 años y con 22 me hice constructor. Empecé de manera discreta y, poco a poco, fui haciendo proyectos más grandes. En esa época todo estaba empezando y por hacer. El primer edificio que hice fue el de Es Baladre, donde están la floristería y la cafetería. Pero hicimos muchos más, llegamos a tener cerca de 200 empleados y tres aparejadores. Eran más que trabajadores, eran mis amigos. Otra de las obras que hicimos fue la del Casino de Ibiza. Tuvimos que construirlo en nueve meses. Nos pilló una de las primeras grandes huelgas de trabajadores. Para poder terminarlo a tiempo, durante el día se hacía huelga y por las noches se trabajaba. En esa época los sindicatos tenían mucha fuerza y, si había huelga, los trabajadores no podían arriesgarse a ir al trabajo. Se empezaba a las siete o las ocho de la tarde y se trabajaba hasta la madrugada. Al final, acabamos el Casino a tiempo. Para celebrarlo, al poco tiempo de que abriera, un día fui a probar de qué iba eso del casino. Cambié 5.000 pesetas por fichas y se me esfumaron sin apenas darme cuenta, así que decidí irme a cenar al restaurante, donde trabajaba como cocinero Toni ‘Petit’. Esa noche aprendí la lección de que al casino solo debía entrar para ir para cenar.

—Habrá vivido distintas épocas, tanto de bonanza como de crisis en su sector, ¿no es así?
—Así es. Recuerdo la primera gran crisis que atravesamos. Creo que sería sobre el 92 o 93, cuando Solchaga dijo eso de ‘enfriar la economía’. Los Interes bancarios subieron por las nubes, la gente dejó de comprar vivienda y se paralizó toda la construcción. Reconozco que esta crisis tuvo que ver a la hora de decidir retirarme a tiempo, en 1995, cuándo empezaba a haber impagos.

—¿A qué se ha dedicado desde que se retiró?
—Entre otras cosas, a jugar a golf. Descubrí este deporte poco después de retirarme y lo he venido practicando desde entonces. También me gusta mucho pasear, observar los edificios que hicimos durante esos años y disfrutar del trabajo hecho.