Juanito, de Can Poll, en su fontanería de Vila. | Toni Planells

Joan Ramon Torres Sansano (Vila, 1965) creció en el barrio de Cas Serres antes de que se convirtiera en un barrio urbano de Vila. Si bien el oficio de su familia materna era la zapatería, Juanito heredó de su padre el oficio de fontanero que sigue ejerciendo hoy en día en la última fontanería que queda en Vila.

— ¿Dónde nació usted?
— Nací en la clínica de Can Alcántara una noche de tormenta de un 31 de agosto. Soy el tercero de cinco hermanos, Dora y Marga por encima y Susi y Pedro por abajo.

— ¿A qué se dedicaba su familia?
— Por parte de mi madre, Asunción de Can Sansano, eran zapateros. Menos mi tío, Jesús, todos sus hermanos han sido zapateros. Sus padres, Salvadora y Pere vinieron de Valencia y de Oliva respectivamente. Por la parte paterna, mis abuelos, Joan y Margarita de Can Poll, eran mayorales en una finca en Cas Serres, Es Puchet se llamaba, que estaba al lado de los búnkeres de la Guerra que había allí. Aunque mi padre, Juanito, aunque estuvo arreglando bicicletas en Can Parra, se dedicó a la fontanería toda la vida.

— ¿Dónde creció?
— Hasta los nueve o diez años, estuvimos viviendo en Vila, en la Vía Romana. Después, hasta que tuve 18 años, vivimos en Cas Serres. Entonces era todo campo, la Residencia Reina Sofía ni siquiera estaba construida. De hecho, ahora tengo un piso en el lugar en el que jugábamos de niños. Allí había un gran olivo centenario y, al lado, estaba nuestro ‘campo de fútbol’, en frente de Can Coll, que preparamos nosotros mismos a base de azadas. A base de azadas, también llegamos a construir un campo de motocross a base de montículos para hacer el tonto con las bicis. Cuando se corrió la voz, venía gente de todos lados con las motos a practicar. Éramos una gran pandilla de chavales y estábamos todo el día jugando, hacíamos hasta olimpiadas con todo tipo de pruebas, hasta de jabalina. ¡Teníamos medallas y todo!, las fabricaba Joan Roig, el hijo de ‘Cardonet’, haciendo un agujero a los ‘canets’ para pasarles un hilo. Aunque nuestros ‘enemigos’ eran los chavales de Es Viver, yo iba mucho por ahí. Mi tío, Gabriel, vivía al lado de lo que ahora es el hotel de Messi, e iba mucho a su casa y a pescar con él en la barquita que tenía. Íbamos tras la Isla de las ratas y volvíamos con el balde lleno. Esto ahora es impensable.

— ¿Dónde fue al colegio?
— Fui a Sa Graduada hasta quinto. Entonces, mis padres me apuntaron al Seminario, donde fui hasta primero de BUP. Allí éramos un grupo muy bien avenido, de hecho hemos estado celebrando cenas de antiguos compañeros hasta hace no mucho. Uno de ellos, que ya apuntaba maneras, era Vicent Marí, que hoy en día es el presidente del Consell d’Eivissa. Lo que pasa es que, con 14 años, mi padre me llevó un día a trabajar con él, de fontanero, en Can Aubarqueta, con Vicent Roig. La verdad es que me gustó mucho y le dije a mi padre que no quería estudiar más, que prefería trabajar. A mi madre, la idea no le hizo tanta gracia. Ella quería que siguiera estudiando, así que lo que hice fue trabajar durante todo el día y, por las noches, iba a clase a las monjas de San Vicente de Paul, hacía contabilidad, mecanografía y esas cosas.

— ¿Trabajó siempre con su padre?
— No. Al cabo de un par de años me fui con Rogelio Moreno, que era un gran amigo de mi padre. Él se fue a trabajar con Vicent de Can Mayol, en Sant Jordi, donde acabó su vida laboral. Con Rogelio aprendí mucho, no solo de fontanería, también muchas cosas de la vida. Allí estuve hasta que tuve 30 años, cuando me junté con mi compañero, José Manuel Maza para montar nuestro propio negocio, Torres y Maza. Fue la primera S.A.L. de Ibiza y el notario, Rodero, no sabía ni como se hacía. A la semana contratamos a Antonio Vejarano, nuestro trabajador más antiguo. Nada más comenzar ya nos fuimos a Formentera para hacer, con Vicent Ribas, la estación de Gesa. También trabajamos mucho, de hecho sigue siendo nuestro mejor cliente, con Juanito ‘Portxet’. Cuando Maza se jubiló, cambié el nombre de la empresa y le puse Pollet, por el nombre de mi casa, Can Poll. Por desgracia, Maza enfermó y nos dejó hace unos años. En la misma época en la que montamos la empresa, fue cuando conocí a Genoveva, con quien me acabé casando y teniendo a mi hija, María, y a mi hijo, Juan Ramon.

— En todos estos años, ha vivido desde el boom de la construcción hasta varias crisis.
— Así es. La verdad es que siempre hemos tenido muy buenos clientes: Juan Antonio Marí, de las ópticas, Toni ‘Tieta’, Pepito Bufí… gente de aquí (forastera o no) y seria. De los que pagan, vamos. Los únicos que nos han dejado algún trabajo sin pagar han sido empresas de fuera, por eso ya no quiero trabajar con gente de fuera que no conozco. En cuanto a las crisis, he de reconocer que no la notamos demasiado. Siempre hay reparaciones y alguna obra que hacer

— ¿Cultivó alguna afición?
— Sí. Desde bien pequeño, que me llevó mi padrino, Pepe, estuve practicando judo con Pascal durante bastantes años. Llegué a competir en campeonatos, incluso gané el de Baleares. Estuve yendo hasta que hice la mili. En esa época me ofrecieron ir a un campeonato a Ceuta, pero es que me querían llevar en uno de esos helicópteros viejos. Con el miedo que me da a mi volar, me las apañé para que el médico del cuartel me sacara una muela que tenía fastidiada para salvarme de subir a ese cacharro que crujía por todos lados. Al terminar la mili continué con el judo un tiempo más con Viudez, pero lo que me gustaba era el fútbol y también jugaba mucho a squash en el Ahmara y no había tiempo para todo. En esa época tuve un susto, un infarto con la misma edad que lo tuvo Navarro, que había sido portero del Ibiza y que él no superó. Ahora, tras una caída que tuve en la que me fastidié una costilla, lo único que me queda ahora, es hacer natación.

— Me ha dicho que jugaba mucho a fútbol, ¿estuvo en algún equipo significativo?
— Sí. Se me daba bastante bien y he jugado en muchos equipos. Por ejemplo, jugué en el Ibiza Atlético en la época de Otero. Hubo un momento que me quisieron llevar al S.D. Ibiza, cuando jugaban Enrique o Feliciano, pero tuve que sopesar entre el fútbol y el trabajo. La mayoría de jugadores trabajaba en oficinas, terminaban pronto y podían ir a entrenar toda la tarde. Pero yo trabajaba todo el día, terminaba a las tantas, hecho polvo y no estaba para entrenar mucho. Al dejarlo, empecé con el fútbol sala. Yo creo que empecé un poco antes, porque recuerdo que había que tener, por lo menos, 18 años y Antonio Escudé que montó el equipo el Módulo (como su tienda de muebles) me acabó falsificando el carnet para poder jugar con ellos (ríe). Eran equipos de amigos, más que otra cosa. También estuve con los de la Citröen y, el mejor con el que estuve fue el de Carnicerías Ferrà con Pepe y con su hermano Juan Luis. Casi cada fin de semana nos invitaban a una torrada de carne, con novias y todo. Estuve jugando hasta que tuve 30 años.