— ¿De dónde es usted?
— Nací en Sant Miquel. Soy de Can Parades. Mi padre era Miquel y mi madre Maria, que antes era de la casa de Can Petit. En casa éramos siete hermanos, tres chicas y cuatro chicos. Junto a mi hermano mellizo, Vicent, yo soy la más pequeña. Mi madre nos tuvo con 46 años a los dos.
— ¿A qué se dedicaban?
— En casa éramos payeses, ¡pero bien payeses!. Mi padre, Miquel, tenía cuatro fincas. Lo que pasa es que las fincas les tocaron a mis hermanos cuando se casaron.
— ¿Qué recuerdos guarda de su infancia?
— Que era un auténtico demonio. Era malísima. Siempre estaba rompiendo los huevos o ‘espipellando' las sandías, les hacía un agujerito para ver si estaban o no maduras.
— ¿Cómo le sentaban esas trastadas a Miquel Parades?
— Alguna vez me pilló, sí. Más de una y más de dos ‘clotelladas' me caían cada vez que me pillaba. Los castigos de entonces no eran como los de ahora, eran más serios.
— ¿Conoció tiempos de hambre o de escasez?
— La verdad es que, en casa, no nos faltó comida jamás. Pero el hambre lo pude ver con mis propios ojos. De hecho, ¿por qué te crees que rompía los huevos?: porque de esta manera mi madre dejaba que me los comiera. Iba de escondidas al nido y, con una piedrecita, les hacía un roto pequeñito, un ‘trenquet'. No te creas que los destrozaba. Así, cuando mi madre iba a buscarlos y veía que uno estaba un poco roto y no servía, me decía: «Hoy te dejaré que te comas un huevito». Eso sí, nunca jamás me comí uno de escondidas, me los daba ella.
— ¿Dónde iba a la escuela?
— ¿A la escuela?, (suelta una carcajada) ¡detrás de los animales iba a la escuela!. ¿No ves que no?, entonces no iba a más escuela que a la de cuidar los animales y, a medida que se iban casando mis hermanas, iba asumiendo las tareas de la casa. Hacer la comida, por ejemplo, a parte de llenar los bebederos de los animales y cualquier otra cosa que se tuviera que hacer.
— ¿Vivió en Sant Miquel hasta que se casó?
— No. Me casé hace 51 años con Pau, que es de Jesús. Pero antes, a los diez años, cuando ya se habían casado mis hermanos, ya nos fuimos a vivir a Puig d'en Valls. Mi padre les dejó las fincas y nos fuimos a un terreno que tenía allí mi padre.
— ¿Trabajó como payesa?
— He trabajado mucho, de payesa en casa cuando era pequeña, pero he trabajado siempre fuera. Comencé a los 16 años en la Peluquería Antonia, en el Puerto de Ibiza. Limpiaba cabezas, cortaba el pelo y peinaba. Venían tanto vecinas como gente extranjera. Allí se juntaba de todo.
— ¿Continuó su carrera como peluquera?
— No. Me salió una alergia y tuve que dejarlo. Así que me presenté a los exámenes para trabajar en Correos. Aprobé y estuve allí trabajando hasta que me retiré. No era cartera, estaba en las oficinas colocando paquetes y cartas en su sitio.
— ¿No me ha hablado de sus hijos?
— Mis hijos son Juan Miguel y Pablo, uno trabaja en Gasifred y otro en el matadero. Además soy la madrina de Miguel Ángel Riera, que es capellán y estoy muy orgullosa de haber sido yo quién asistiera a su bautizo como madrina. Es una bellísima persona. Ya, desde pequeño, se podía intuir que iba a hacer una buena carrera. Era muy estudioso y responsable, más que cualquier otro de la familia.
— ¿A qué se dedica en su jubilación?
— A pasear con Pau. Que es justo lo que me voy a hacer ahora.
Pepita en una visita al Mercat Pagés de Vila.
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