—¿Por qué ha decidido que el nuevo caso de Max Riera esté centrado en Formentera?
—Porque después de crear el personaje hace 22 años, en 1997, pensé que ya era hora de plantear una historia que de alguna manera llevara al lector a bucear en su pasado. Y es que Max Riera, como detective hippy y alternativo, también vivió en Formentera.
—La verdad que es una isla que da mucho juego.
—Eso es cierto. A mi me gusta mucho porque es una isla que es muy especial. No tiene aeropuerto, es un paraíso natural, tiene un turismo sosegado fuera de temporada... en algunas cosas parece anclada en el pasado y eso hace que no haya perdido su encanto.
—Pero también Formentera ha cambiado mucho. ¿Qué es lo que cree que queda de la que vivió Max Riera en su juventud?
—Pues afortunadamente quedan sus playas color azul maravillosas, sus paisajes increíbles y su gente. Para mí refleja a la perfección la esencia del Mediterráneo. Pero sí, no te puedo negar que ya no es la isla que conoció Max en su juventud, aquella del amor libre, de bañarse desnudos en las calas...
—Es por tanto una novela en la que también hay mucho contraste entre pasado y presente... ¿algo nostálgica?
—En cierta medida sí. Ten en cuenta que tanto Max como Roc Durán, su compañero, al tener que resolver el caso tienen que hurgar en su pasado, en el de Formentera y en el de su gente. Se podría decir que Formentera blues es un viaje al pasado, presente y futuro de la isla.
—Está muy bien reflejada la vida diaria en Formentera. ¿Cómo ha hecho para documentarse? ¿Hay algo de autobiográfico en la novela?
—En parte se podría decir que sí porque yo estuve por primera vez en la isla cuando tenía 19 años, en 1971, y después he ido volviendo de forma más o menos periódica porque es un sitio que me encanta. He visto en primera persona la llegada de los hippies y el impacto que supuso en la isla, los mejores tiempos de Fonda Pepe, la Platja de Mitjorn o las comunas que había en La Mola. Y por supuesto también me he documentado lo mejor que he podido, leyendo diarios antiguos y libros que cuentan como era todo aquello.
—A Max Riera le acompaña su amigo y compañero Roc Durán, un periodista que también es un personaje muy carismático. Usted que es periodista, ¿se ha inspirado en alguien o en sus propias vivencias?
—Sí, Roc es un personaje peculiar. Además le acaban de despedir del periódico en el que trabaja y por eso acompaña a Max a Formentera. Toda novela negra que se precie tiene que retratar el entorno social que le rodea y creo que no hay nadie mejor para hacerlo que el personaje de un periodista.
—Su despido, ¿es una llamada de atención a la situación que vive el periodismo actualmente?
—Sin duda. Es un reflejo de la crisis que viven actualmente muchas redacciones de nuestro país que se están quedando sin periodistas. Y la forma de despotricar de Roc al ver en que se ha convertido esta profesión tan maravillosa se podría decir que la suscribo al cien por cien.
—Es que, además, usted es un periodista de los de toda la vida, con mucha experiencia... sabe de lo que habla...
—Creo humildemente que sí. Uno de los grandes problemas de los medios de comunicación actuales comenzó cuando se empezó a nombrar como directores a gente que no son periodistas y sólo gestores de personal. Gente que no saben de que va esta profesión y que sólo les interesa que no bajen las ventas. Y al final están consiguiendo todo lo contrario.
—¿Entonces hay futuro en esta profesión?
—Siempre lo hay. Yo soy periodista y me encanta. He vivido los mejores años de esta profesión maravillosa y he sido muy afortunado pero ahora me da pena en que se ha convertido. Hoy las nuevas generaciones de periodistas se han convertido en burócratas... y encima mal pagados. Es una pena.
—Volviendo a ‘Formentera blues'. Viendo el éxito de las nuevas series españolas de intriga, cada vez mejor hechas y rodadas, ¿no cree que la novela daría para una?
—Pues ojalá que alguien te escuche, sería genial (Risas). Si que es verdad que cuando la estaba escribiendo la he visualizado mucho y me la imaginaba como una serie o una película en algunas cosas. Lo que sucede es que escribir es muy barato y luego publicar y que se haga un guión algo muy distinto. Lo primero es sentarse, con papeles, documentarse, organizarse y ponerse a escribir. Y lo otro requiere una apuesta mucho más importante.
—Ya que habla de Formentera y el periodismo, ¿ha pensado en que Max Riera investigue un caso ambientado en la industria audiovisual española?
—Pues quien sabe. No descartes nada (Risas)
—Hablando del personaje, Max, ¿cree que buena parte de su éxito es que es un detective normal, no atormentado por su pasado?
—Creo que sí y eso es parte de su carisma. En la novela negra se ha probado con todo tipo de detectives... en silla de ruedas, amantes de la cocina, de las flores... y sobre todo maltratados por la vida, alcohólicos, divorciados o con problemas de drogas. Sin embargo Max no es así. Es un tipo normal, con pasado hippy pero normal, tranquilo, relajado y hasta con un punto pasivo. De hecho él tiene muy claro que solo escoge los casos que a él le interesan de verdad, como este último de Formentera. Lo hace porque le permite regresar a la isla donde ha vivido tanto tiempo y de la que guarda tantos recuerdos.
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