La central eléctrica de es Ca Marí provoca graves molestias a los vecinos de la zona. | DAVID SETBETES

Existen innumerables tipos de tortura en el mundo. Uno de ellos es el denominado ‘gota malaya’, consistente en dejar gotear agua sobre la cabeza de la víctima. Una gota no hace nada, cien tampoco, ni quizá mil. Pero prueben de pasar unas cuantas horas o días con la gotita de las narices rebotando en su frente, sin dejarles dormir, agrietando lentamente su voluntad, impidiéndoles pensar en nada más que ese pequeño pero continuo impacto haciéndoles mella lenta pero inexorablemente.

Así es como se sienten los residentes de la zona de es Ca Marí cuyas casas padecen el desagradable honor de compartir cercanía con la central eléctrica de Gesa Endesa. Atrapados en un desgraciado día de la marmota, reviven una temporada más las molestias de ruido, vibraciones y humos causados por su incordiante vecina.
«Psicológicamente creo que estamos todos hundidos, por decirlo de alguna manera», opina Lina Mayans, portavoz de l’Associació de Veïns d’Es Ca Marí. «Es impotencia. Ves como cada año, a principios de verano; vienen y te cuentan y te dicen, pero cuando llega la hora de la verdad, te sientes otra vez engañada», confiesa Lina.

La situación, además, ha empeorado con la ola de calor de inicios de agosto y el consiguiente aumento de la demanda eléctrica, una crecida de la demanda que los técnicos no habían calculado bien y que ha obligado a activar la turbina, un aparato obsoleto, contaminante y ruidoso que solo debería ponerse en funcionamiento en casos excepcionales. «Nos aseguraron que la turbina solo se pondría en marcha en caso que hubiera alguna rotura en los cables como caso de emergencia, pero a principios de agosto nos llega una notificación de Red Eléctrica y Gesa vía Consell diciéndonos que como la demanda de electricidad sobrepasa lo que se esperaban, tendrán que activar la turbina. De momento hemos estado doce días con la turbina funcionando durante todo el día», comenta la portavoz vecinal. Los vecinos afirman que algunos días la turbina ha estado encendida hasta pasadas las dos de la madrugada, y no es el problema de ruidos el único, ya que la combustión del gasóleo con que se alimentan tanto la turbina como los motores instalados para en teoría substituirla, produce un humo negro que mancha la ropa tendida y ha llegado a alarmar a vecinos más alejados, que se habían temido que se estaba produciendo un incendio. «A las siete de la tarde, cuando ponen en marcha todos los motores, la cantidad de humo que sale por esa chimenea es espantosa. Es una grave molestia para todos los que vivimos aquí. También para algunos negocios de pisos turísticos cercanos que tienen que explicar a sus clientes porqué en un destino turístico como Formentera padecemos este ruido y esta contaminación como si estuviéramos en un país tercermundista», se queja Lina, que añade que este año nadie se ha preocupado por controlar el aislamiento acústico de los motores de la central. Los vecinos no ven solución a corto plazo, y la solución real, que pasaría por la conexión con Ibiza mediante un tercer y un cuarto cable, parece que va más lenta de lo esperable. «Llevamos muchos años, cada vez se retrasa por una cosa u otra, cuando no son los trámites administrativos, son los procedimientos burocráticos. Ahora se tiene que volver a enviar todo porque se han hecho alegaciones», dice Lina.