El lector probablemente asociará Generalísimo, con el general Franco. Pues no, en este caso el Generalísimo no es más que Godoy, el cual llegó a recibir el tratamiento de Serenísimo Príncipe Generalísimo Almirante, hombre muy próximo a la mujer de Carlos IV, del cual será secretario de Estado desde 1792 hasta 1798 y Generalísimo desde 1801 hasta 1808. Títulos al que se debe añadir el de Príncipe de la Paz, concedido tras la firma del tratado de Basilea en 1795, por el cual España abandonaba la coalición que luchaba contra la Francia revolucionaría, creándonos como enemigos a las potencias Europeas. Y pieza clave en los hechos históricos que desembocaran en la Guerra del Francés o de la Independencia.
Formentera desde siempre fue la presa fácil de alguna acción exterior, proveniente desde el Norte de África. Situación que no cambiará hasta la conquista de Argel por parte de Francia en el año 1830, hecho que contribuirá a dar cierta tranquilidad a la defensa de las costas de las Pitiusas.
La situación defensiva de la isla de Formentera es definida en el informe realizado por el mariscal de Campo e ingeniero director Don Ramón de Santander el 11 de enero de 1775, del que remitió copia a la Corte el 10 de Abril de 1788, «… Estas gentes han vivido con mucho riesgo, por no tener donde guarnecerse de un insulto de moros, ni más defensa, que la de sus propia armas, hasta el año 1762, que se fortificó su Iglesia, en el centro de ella, cuya terraza tiene disposición para resistir un golpe de mano de los argelinos y se construyeron cuatro torres en su circunferencia en aquellos parajes, que se reconocieron más a propósito, para preservarla de las invasiones enemigas pero las tres han quedado abandonadas, como se ha dicho en las de Ibiza, sin poder hacer el servicio al que se destinaron; por no haberlas aun guarnecido de artillería, ni torreros, e importando tanto la seguridad de aquellos naturales que constituyen su única defensa mayormente cuando las costas ofrecen por varias partes facilidad a desembarcos, a los cuales se ha sabido oponer y conservar su tierra rechazando en diferentes ocasiones las invasiones, que han intentado los moros, manteniendo por la costa algunos hombres que sirven de atalaya y hacen correr el aviso siempre que se descubre alguna embarcación sospechosa, a fin de prepararse a la defensiva todos los que fuesen útiles para las armas que ascenderán a 150 cuyo número forma una Compañía de Milicias Urbanas con su capitán, considerando pues que ni el arte, ni la naturaleza las ofrece proporcionado vecino en lo interior de la Isla, por ser el terreno bastante llano y despejado, se reconocerá la necesidad de guarnecer las Torres con Torreros y Cañones para disminuir el riesgo a que están expuestos aquellos.»
En el año 1801, el gobernador militar de Ibiza informaba de la situación de las Torres de Defensa: «En la isla de Formentera hay cuatro torres en los principales puntos de su costa, que necesitan repararse a causa que el salitre y el haberse empleado agua de mar en su construcción les ha corroido.»
Ya en plena crisis entre la coalición franco-española y las demás potencias europeas, el mismo año en que España mandó al Marques de la Romana a luchar contra Dinamarca, país con el que todavía no se ha firmado la paz, el mismo año en que se firmo el Tratado de Fointenebleu, se daban ordenes para artillar y dotar de artilleros a las Torres de Formentera. El contingente humano debía estar formado por elementos del Cuerpo de Invalidos de Artillería, dicha decisión generaba un problema a las arcas de Formentera, por tener que pagarles un sobre sueldo a dichos artilleros, al mismo tiempo que también redundaba en la adquisición de las piezas de artillería necesarias.
Las torres
Como se deduce del escrito de fecha de 14 de marzo de 1807. «Enterado el Sr. Príncipe Generalísimo Almirante por el oficio de V.E. de 21 de Febrero último de la contestación dada por el Gobernador de Ibiza en que manifiesta no hallar ningún arbitrio ni fondo a que cargar la dotación que se señalase a los Torreros que han de ponerse en las Torres de la Isla de Formentera que han de artillarse y que en consecuencia ha suspendido V.E. el pedido a Barcelona de la Artillería que con este objeto debía enviarse hasta la determinación sobre el establecimiento de dichos Torreros, aprovechando S.A. esta disposición, y en vista de la propuesta que hace dicho Gobernador se ha servido resolver que respecto a que la habilitación de dichas Torres es para proteger a los habitantes de expresada Isla y el comercio de la de Ibiza, siempre que el pueblo satisfaga el surplus de un real diario que debe darse a los Inválidos que vayan en clase de torreros, está bien que se envíen de estos los que voluntariamente quieran ir, y hasta que este punto se halle arreglado no se establezca la Artillería en dichas Torres.»
Formentera no podía pagar el denominado «surplus» por lo que la situación estaba encallada, por lo que la decisión no se hizo esperar el Generalisimo (Godoy), tras los informes pertinentes de las autoridades militares de las islas, respondió en fecha de 28 de junio de 1807. «Ilustrado el Serenísimo Generalísimo Almirante de la contestación del Gobernador de la Isla de Ibiza que acompaño V.E. con su oficio nº 20 de Mayo en que manifiesta la imposibilidad absoluta en que se hallan los vecinos de la de Formentera para cargarse aún con el corto pago de un real de vellón diario a cada uno de los Inválidos de Artillería que quieran ir a establecerse en la clase de torreros en las tres torres que consecuente a los informes de los Comandantes de Artillería e Ingenieros, necesitan artillarse para la defensa ha determinado S.A. que se pague esta diaria gratificación de los gastos al ramo de Artillería incluyendo su importe en los presupuestos que se formen para los de la Isla de Mallorca.»
Por una vez, y sin que sirviera de precedente, Mallorca pagó la fiesta.
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