El joven músico ibicenco Toni Coronado. | Arguiñe Escandón

Después de casi 40 años cerrado, este verano el Teatro Pereyra, uno de los lugares más emblemáticos de la isla, reabría sus puertas. Lo hacía mediante el espectáculo musical Ibiza Hippie Heaven, dirigido por el célebre Nacho Cano. A raíz de esta reapertura, Toni Coronado (Ibiza, 1997), un joven músico ibicenco, se enteró por las redes sociales de que estaban buscando a alguien para la posición de segundo batería para el nuevo proyecto. Acudió al casting y, a la primera, le dieron el visto bueno para unirse al elenco artístico. A partir de ese momento su carrera se unió al Teatro Pereyra, convirtiéndose en la representación ibicenca del musical Hippie Heaven. Él mismo nos cuenta todo lo que le ha llevado hasta el lugar donde está ahora.

—¿Cómo te introdujiste en la música?

—Vengo de una familia bastante musical, en casa siempre ha habido una batería. Con trece años supe que eso era a lo que me quería dedicar y empecé en la escuela de música de Can Blau, en Sant Agustí, haciendo percusión clásica. Todo empezó por tener esa batería en casa.

—¿Desde los trece años lo supiste?

—Sí, todo lo que fuera artístico se me daba bien, y vi la música como algo cercano. Cuando, con el tiempo, iba subiendo de nivel, me motivaba todavía más a seguir avanzando.

—¿Cuando empezaste a dedicarte a la música?

—Han sido los últimos cinco años, también a raíz de irme a Barcelona a estudiar en el Taller de Músics. Ahí conocí a gente con motivaciones similares a las mías, lo que me otorgó más experiencia para poder dedicarme a ello. Con el paso a una etapa más adulta también evolucionas.

—Has estado varios años formando parte de un grupo. ¿Tienes algún proyecto más actualmente?

—Sí, he sido componente de Quin Delibat! durante diez años, siendo el proyecto de mayor duración que he tenido. Nos despedimos el año pasado aquí en Ibiza, y ahora estoy con otros proyectos, como Pardals o Ultraghosts, con los que estamos en un momento compositivo. A finales de año esperamos girar por Barcelona e, incluso, fuera de España.

—En relación con el Pereyra, ¿cómo llegas a trabajar ahí?

—En mis últimos años de carrera ya me venía interesando por el teatro musical. Un día como tantos otros estaba leyendo la prensa y vi que reabría el Teatro Pereyra, y que tendría un musical impulsado por Nacho Cano. En ese momento pensé que se juntaba todo: un musical, aquí en casa y en un sitio tan emblemático. Luego, a través de las redes sociales vi que estaba el casting de músicos abierto. Les escribí y me citaron, y hasta el día de hoy, que aquí estoy.

—¿Cómo fue esa audición?

—Estábamos el elenco, la dirección artística y también Nacho Cano, que al final es el que dirige. Tocamos un par de canciones y me dieron el visto bueno.

—Formas parte del elenco del musical Ibiza Hippie Heaven. ¿Cómo le explicarías a quién no lo conozca qué es este espectáculo?

—Es una manera de explicar una de las principales historias de Ibiza, la del movimiento hippie. Y creo que no hay mejor manera de hacerlo que de la manera que ellos han creado. Los protagonistas son dos adolescentes estadounidenses que, por la guerra de Vietnam, vuelan hasta Ibiza, donde todo es nuevo para ellos. A partir de ahí la historia se desarrolla y, de manera paralela, se cuenta el nacimiento de las primeras discotecas o cómo surgen nuevos estilos de música, mientras los protagonistas se adaptan a la vida de pagès de la Ibiza más tradicional.

—¿Este proyecto ha supuesto un reto para ti como músico?

—Sí, lo ha sido. Al final yo no había hecho algo tan grande, de esta envergadura. Pese a ello, mis compañeros me han ayudado, hemos ensayado mucho, hemos hecho muchos pases. He tenido facilidades, pero también las he creado trabajando mucho.

—Más allá de las polémicas recientes, Nacho Cano es uno de los músicos de más renombre en el panorama nacional. ¿Cómo es trabajar para él?

—Trabajar con él es un honor para mí. Tengo muchos recuerdos de cuando, con solo nueve años, fui con mi familia a ver el musical ‘Hoy no me puedo levantar'. Era, además, la primera vez que viajaba fuera de la isla, y se me quedó grabado. Así que tantos años después estar en uno de sus musicales es un verdadero placer. Desde el primer casting hasta el día de hoy el trato recibido siempre ha sido cálido y muy profesional.

—Volviendo a ti, actúas tanto en el musical como en el café. ¿Están relacionados?

—Sí, al final es todo un conglomerado. Hay un preshow, el musical y luego un postshow. En el café actuamos The Pereyras, que es un grupo que se ha fundado para ello y tocamos covers de canciones muy típicas: los Rolling Stone, los Beatles... Creo que en Ibiza hacía falta algún sitio más de este estilo, donde poder tomar algo y escuchar música en vivo. Además, se apuesta por los músicos de la isla.

—¿Crees que es más difícil ser músico aquí en Ibiza?

—Creo que sí. Hay mucho nivel en el plano artístico y una hornada de gente joven que está haciendo mucho, tanto a nivel de bandas como de manera individual. Pero creo que habría que impulsarlo mucho más, que haya más escuelas de música en la isla y que en los centros educativos la visibilización sea mayor. En mi caso hice percusión clásica, pero para especializarme en lo que yo quería, que era la batería, me tuve que ir fuera a estudiar, a Barcelona. En ciertos ámbitos, como el rock o música más moderna, no hay las suficientes herramientas siendo un chico o chica joven que se quiera desarrollar en la música aquí en la isla.

—¿Si no te hubieras ido fuera no podrías haber crecido tanto en la música?

—Seguramente no. Si no hubiera dado ese paso te quedas en un nivel bueno, pero para quien quiere llegar a profesionalizarse es difícil.

—¿Qué supone para ti ser músico en el Pereyra?

—Para mí es un lujo, porque toco en un sitio muy emblemático, que ha reabierto después de tantos años cerrado. Comparto escenario con gente de muchos lugares que apenas conozco, pero la música no tiene lenguaje. Además, es en mi casa; he tocado en Barcelona, Madrid... y está muy bien, pero hacerlo aquí y que puedan venirte a ver tu familia y tus amigos es un lujo.

—Desde arriba del escenario, ¿cómo valoras la acogida de la gente?

—Muy bien. Cada noche que ves los palcos, la platea, el gallinero lleno, que te das cuenta de cómo la gente vive cada canción, es prácticamente perfecto. Cuando estoy en la cafetería y está llena, es también muy emocionante. La programación, además, da pie a que siempre haya música. Además, el sitio acompaña, así que muy contento.