Joan Barbé, en concierto. | Jose Antonio Hervas

El artista ibicenco regresa al festival en el que debutó como percusionista cuando tenía quince años reuniendo sobre el escenario a Rafa Garcés –piano y saxo–, Joan Carles Marí –batería–, Aarón Puente –bajo–, Vicent Tur –trombón– y Santi Ramírez –trompeta–, «los musicazos» que le acompañan en su proyecto de jazz fusión. El conocido como Joan Barbé Group actúa el 4 de septiembre en el Parc Reina Sofia en un concierto de entrada gratuita.

Joan Barbé empieza a tener nuevas armonías y melodías en la cabeza. Quizás se posen en el que sería el tercer álbum que firmara con su nombre. «El jazz está más presente. Porque, aunque todavía tenga síndrome del impostor, le estoy perdiendo el miedo», dice, tres años después de haber publicado Quorum. Allí mezcló jugueteo y complejidad, disfrute y rigor. Un disco, en definitiva, que huele, sabe y suena a jazz. Pero al músico ibicenco –instrumentista, compositor y productor– no se le caen los anillos para reconocer que «todavía» se siente un extraño cuando ve su nombre en el cartel de un festival de jazz. Le ha vuelto a suceder en un certamen que conoce perfectamente, el Eivissa Jazz: «¡Ya sé que no soy Scott Henderson ni Chick Corea! Pero hago lo que me sale de dentro.

Grabarlo y tocarlo es una especie de terapia». Luego se pone serio para hablar de un concierto que será muy importante, y que le llega justo cuando entra en la cuarta década de su vida. Actuará en casa. «Recuerdo la edición del 2000: tenía quince años y toqué la batería con una de las primeras big bands que hubo en la isla. Esos años fueron fundamentales para muchos músicos de mi generación: pasaron por aquí McCoy Tyner, Branford Marsalis, Dee Dee Bridgewater, y empezamos a familiarizarnos con el género. Fue el germen de muchas cosas que vinieron después».

Desde entonces, Barbé ha tocado muchas veces en el Eivissa Jazz. «Hasta con siete grupos diferentes», pero siempre formando parte de la sección rítmica (tras platos, caja y bombos, o como bajista). El 4 de septiembre, en el Parc Reina Sofia, lo hará como cara visible del Joan Barbé Group, el combo que montó para que Quorum no fuera un proyecto disecado sino un animal vivo. Y libre. «Volver a reunir a este grupo de músicos es una motivación. Mi intención cuando hice la banda fue buscar a músicos que, como mínimo, tocaran tan bien como yo. Es decir, que fueran mejores, para que al acabar los conciertos el público dijera: joder, si el que menos sabe tocar es el que pone nombre al grupo [ríe]. Cuando ves en acción a Joan Carles [Marí], Rafa Garcés, Aarón [Puente], Santi [Ramírez] o Vicent [Tur] alucinas».

Entre los muchos términos que el latín –y su descendiente más directo, el italiano– han regalado al lenguaje musical, quorum es fetiche para Barbé. Por eso, los cincuenta y seis minutos repartidos en ocho cortes que registró en plena pandemia son algo más que una excusa para bautizar así su segundo disco. Pese a que se encargó de tocar en el estudio la mayoría de los instrumentos, algo que ya hizo en Alter ego, su debut, ¿es Quorum un trabajo en solitario? «Se puede interpretar de forma literal (que haya quorum entre los instrumentos, entre los músicos, entre los temas, entre este disco y el disco anterior; que todo encaje)», explica Barbé, «pero no nos olvidemos que la base de esta música es la improvisación. Aunque no hagamos bebop o jazz puro, y viajemos para tocar palos de rock, música latina, funk, soul, la base es el jazz. Jazz fusión, si queremos ponerle una etiqueta. A ratos recordaremos a Michel Camilo; o a Jeff Beck y Joe Satriani; o a Snarky Puppy».

Ese espíritu, sin embargo, no es improvisado. El artista ibicenco anima a fijarse en las colaboraciones que introdujo en su disco: excepto Aarón Puente («el pegamento de nuestro sonido, un músico increíble»), porque en aquel momento Barbé y el bajista cubano no se conocían «demasiado», los otros cinco miembros del grupo pusieron su nombre en el álbum. «Joan Carles colabora en un tema, Rafa Garcés, en otro (a los dos hay que dejarlos volar con la batería y el piano o el saxo, son dos genios de la expresión), la sección de metales la grabaron Vicent Tur y Santi Ramírez (que tienen el papel más complicado en vivo porque trombón y trompeta deben sonar como un único instrumentista: cuando entran, pienso: qué pasada, aportan un color difícil de conseguir con otros instrumentos).

Sí que era la primera vez que tenía la sensación de decir; voy a grabar un disco pero me gustaría hacerlo con un formato que pudiera presentar en directo. Creo que ha salido mejor de lo que había imaginado: cuando sueñas algo y lo palpas… Del primer ensayo salí con una sonrisa de niño pequeño».

A tres semanas del concierto, Barbé respira entre los suyos responsabilidad y compromiso. La música a la que se enfrentarán «es compleja, requiere estudio», empezando por él mismo, que la llevó de la mente a la partitura. Pero, cuando llegue la hora de la verdad, sabe que habrá química. Quorum. Para deleite del público. Si quien escucha disfruta, quien toca disfruta el doble. «El jazz no te da pautas para componer: cuánto tiene que durar el tema, cuándo tiene que entrar el estribillo etc. Escribes lo que sientes. He escuchado canciones de tres minutos que se me han hecho eternas y canciones de ocho minutos que se me han pasado volando.

Mientras a mí no se me haga largo, da igual. Esa libertad se traslada después al directo. Un tema de seis minutos puede durar diez porque durante esos cuatro minutos extra pasará algo que ni siquiera nosotros sabíamos que pasaría. Nos encendemos, la banda se enchufa. Durante el concierto nadie sabe lo que pasará. Se trata de escuchar muy bien a tus compañeros: si uno hace un acorde diferente, otro tiene que seguirlo. Estás concentrado constantemente tocando este tipo de música e inconscientemente estás creando música nueva sobre el escenario. Es muy bello porque es música viva».

El acceso al concierto del Joan Barbé Group será gratuito.