—No es la primera vez que actúa en Ibiza, la última fue hace dos años, en Santa Eulària. ¿Está usted muy ligado a esta isla?
—Estoy absolutamente ligado a la isla desde hace más de 20 años. Durante muchísimo tiempo, antes de que mis hijos naciesen y fueran mayores, mi mujer y yo nos escapábamos con muchísima frecuencia. Le tengo mucho cariño, actué en Las Dalias, en las fiestas de Sant Carles de Peralta, en las Fiestas de la Terra… La isla o te adopta o te echa.
—¿Qué puede esperar el público de esta nueva actuación, «Más cerca»?
—Como su propio nombre indica es un espectáculo próximo e intimista. Aunque haya distancia dentro del escenario no es tal porque se tocan los recuerdos de la gente. Es un espectáculo muy divertido, muy entretenido y sobretodo interactivo. El espectador es libre en todo momento de hacer lo que quiera hacer. A partir de ahí se crea un feedback y una conexión entre el público y yo increíble. El espectáculo no es cerrado, dependiendo de como reaccione el público el espectáculo se puede desviar por varias vías diferentes. Siempre digo que consta de dos partes: la primera de una hora y media, que es el tiempo que tú estás sentado viendo en el espectáculo, la segunda puede durar entre hora y media y tres horas, el tiempo que te vas a pasar charlando con tus amigos y pensando «no puede ser, como sabía que yo tenía una tía en Zamora llamada Rogelia» (ríe).
—Y realmente, ¿cómo puede usted saberlo?
—Todo tiene una explicación coherente y lógica. Yo no tengo poderes paranormales, soy tan normal como cualquier persona. Lo que pasa es que llevo 40 años mirando a la gente.
—¿Considera que ese es la clave para ser buen mentalista?
—Fijarse y observar el entorno. Es lo mismo que cuando un camarero que lleva toda la vida en un bar ya sabe lo que va a pedir el cliente. Sin embargo, cada actuación es un mundo. El viernes y el sábado por mucho que yo repita el mismo espectáculo será distinto porque no hay espectadores que piensen igual. Cada día es una sorpresa, es una de las cosas que más me fascinan, que cada día voy aprendiendo de lo que me encuentro en un escenario. Es un training permanente.
—Imagino que eso también depende de la persona. Hay personas que se les ve en la cara y a otras que no.
—La realidad es que la cara es el espejo del alma. Mi mujer me dice que ella tiene subtítulos. Es divertidísimo, te lo puedo asegurar. Ella ya controla muchas cosas que yo hago, sin saber cómo lo hago porque nunca ha querido saberlo. Muchas veces jugueteo yo con ella con cosas nuevas a ver por donde me sale porque ella es el personaje más complicado al que puedo enfrentarme.
—¿Cuanto tiempo lleva preparando esta actuación?
—Para que un espectáculo tenga el empaque que tiene en estos momentos tienen que pasar bastantes funciones. Previo a todo eso, hay muchos meses de ensayo y de selección. Cuando practico la función voy seleccionando bloques de efectos que tienen que ver con la historia sur quiero contar y de ahí voy filtrando los que más me encajan.
—Uno de tus grandes momentos profesionales y mediáticos, sino el que más, fue en diciembre de 2002 cuando acertaste el número del Gordo. ¿Cómo viviste ese momento?
—Fue una barbaridad, una salvajada y un sueño conseguido. Llevaba 5 años vendiéndoselo a una televisión y a otra y ninguna me lo quería comprar por la superstición de que eso no se podía hacer. Enviamos como 500 o 1000 faxes a todos los medios de comunicación diciendo que Blake posiblemente sabría el número de la Lotería de Navidad. A partir de ahí fue la bomba, de las elaboraciones y de los desarrollos más espectaculares que nunca en mi vida he hecho. Evidentemente nunca más voy a repetir eso en mi vida.
—A partir de ahí imagino que mucha gente de su entorno le habrá insistido para que adivine otro número de lotería.
—Me mandaba un mensaje un tipo que me decía «Oigame, dígame usted el numero, yo lo compro y vamos a medias». Mi madre cuando pasó todo me decía «ay hijo por dios, a ver si acaba de una vez esto de la lotería que mis amigas me tienen loca» (ríe).
—¿Siempre ha tenido claro que quería dedicarse a la ilusión?
—Empecé con el nombre de Anthony Blake para esconderme de mi madre. Mi madre no soportaba que yo quisiese hacer magia. Cuando era pequeño, hice una actuación en el jardín de una casa y el dueño de la casa dijo que yo tenía madera pero claro, mi madre empezó a temblar y me prohibía ver una serie de televisión protagonizada por un mago. Mi madre me decía «prefieres ser titiritero a ser médico». Siempre hay mucho drama de madre (ríe).
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