Esteban Guasch, en su parada de bus con el patinete plegado. | Moisés Copa

Esteban Guasch explica lo que supuso para él la prohibición de llevar patinetes eléctricos en autobuses en sus trayectos diarios de Sant Carles a Vila. El problema duró poco ya que el Consell instó a las compañías a velar por el transporte seguro de estos vehículos

Esteban Guasch es un ibicenco cuyo día a día dio un vuelco de 180 grados el pasado lunes cuando la empresa de autobuses Sagalés prohibió la entrada de patinetes eléctricos en sus vehículos. Vive en Sant Carles y trabaja en Vila, por lo que cada jornada combina bus y patinete para desplazarse. No es el único, y este impedimento supuso la búsqueda de vías alternativas que podían aumentar hasta en dos horas el tiempo que tarda en recorrer el trayecto. Guasch vivió entonces dos días de infierno en los que tuvo que recurrir al taxi.

«Los conductores nos empezaron a decir que a partir del lunes los patinetes no iban a poder subir a los autobuses», expresaba Guasch, «sin argumentar ningún motivo». El joven de Sant Carles explicó que dentro del bus que conecta Santa Eulària y Vila van unos cinco o seis patinetes: «Somos gente que bajamos a trabajar todas las mañanas porque vivimos en el quinto pinto, muy lejos de la parada, y es nuestra única forma de poder llegar».

Sin coche y viviendo en un lugar distante a los trayectos de autobuses, tanto Guasch como el resto de las personas en su situación tendrían que estar «una o dos horas andando» hasta llegar a una parada. «Y no podemos ir en patinete hasta Vila porque sería ir por carretera, que ni se puede ni es seguro para nosotros», recordaba. Guasch incidió en que la noticia de la prohibición fue una sorpresa que nadie se esperaba: «En otras empresas a las que pregunté me dijeron que no iban a impedir los patinetes».

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«Ahora en invierno, encima, nos reducen los horarios. El último bus es a las 22:25 horas, y luego, ¿qué haces? ¿Ir andando de noche por la carretera a oscuras?», se lamentaba. Guasch también destacó que el único carril bici de la zona es el que conecta Es Canar y Cala Pada, lo que limita mucho su movimiento: «Si por lo menos hubiese un carril bici que conectase toda la isla pues vale, pero es que no podemos ir de otra forma». Lunes y martes ha ido en taxi al trabajo para no tener que salir de casa antes de las seis de la mañana a pillar el primer bus a Vila desde Santa Eulària, pero es una dinámica insostenible.

Efímera prohibición

El Consell, por su parte, solucionó rápidamente el problema. El mismo lunes comunicaron que Sagalés tomó la medida de prohibir los patinetes eléctricos atendiendo a la actual contrata del organismo insular, que tiene 30 años y «está muy obsoleta en algunos asuntos y no contempla un reglamento que regule estos casos». Por ello, según explicaron, las compañías pueden tomar «ciertas decisiones en base a criterios operacionales» como hizo esta empresa, que entendió que «no puede garantizar la seguridad de los usuarios permitiendo la presencia de patinetes, que en la mayoría de los casos se sitúan en espacios habilitados para sillas de ruedas o carritos de bebé».

Sin embargo, la historia terminó bien para Guasch y el resto de usuarios de los patinetes eléctricos. El Consell, de la mano del conseller de Movilidad Mariano Juan Colomar, informó el martes, tan solo un día después, de que los técnicos de la Administración «han hecho una interpretación según la cual, al no haber actualmente en las Baleares ninguna norma que prohíba el viaje con patinetes a bordo de un autobús, se entiende que no se pueden prohibir». En este sentido, las empresas concesionarias deberán velar por el transporte de los patinetes en condiciones de seguridad. Guasch podrá volver a trabajar, una semana más, entre el patinete y el autobús.