No pasa ni un día, ni un telediario, ni información ni comentario sobre Catalunya, y eso desde hace un año. Irresistible. Lo cierto es que parece un ejercicio de permanente discrepancia entre los partidos políticos, tanto los soberanistas como los constitucionalistas. Cualquier propuesta de solución es sistemáticamente desaprobada, y así no acaban nunca de ponerse de acuerdo, y vuelta a empezar.

Después del veranito que nos dieron al aprobarse el decreto 155, hubo toda clase de escaramuzas por parte de los Cuerpos de Seguridad estatales, como de los Mossos, cargos públicos, alcaldes y ciudadanos de Catalunya intentando llevar el gato al agua. Se disolvió la Generalitat y el Parlamento para convocar nuevas elecciones bajo el mandato del Gobierno español. Y el resultado fue inesperado, es decir, los partidos separatistas sumados obtenían la mayoría. Quedaron como estaban, pudiendo formar gobierno, hasta aquí bien. Sólo que al reelegir futuro presidente, de nuevo buscaron a Puigdemont.

No tiene sentido empecinarse en intentar repetir lo que les fue mal. Suspendidos de sus cargos, encarcelados los máximos dirigentes y huidos otros junto a Carles Puigdemont, el pícaro mayor del Reino. Después de haber propiciado un montón de disparates en su tierra se ha dedicado a hacer el títere desde Bruselas, y también Copenhague, explicando mentiras sin pies ni cabeza a porrillo, con su sempiterna risita y flequillo a lo Beatles.

Su estrategia es la de fastidiar a todo el mundo, inclusive a los suyos, a quienes de un modo u otro ha obligado a proclamar su investidura, lo cual será imposible dado que debería personarse y, tan solo pisar Barcelona, sería inmediatamente detenido por los graves procesos que recaen sobre él. ¿Entonces qué pretende? Quiere armar un escándalo internacional demostrando que en España no hay democracia, que su Gobierno es autoritario con resquicios del franquismo. Totalmente falso. Mientras se hace la víctima de un régimen estilo venezolano. Y hay quien le cree. El prestigio de España está en juego, pese al apoyo político europeo.

Entretanto el célebre expresidente se lo pasa pipa, riéndose a lo grande. Quiere morir matando cual héroe defensor de la república catalana, aunque sólo la mitad está de su parte.

Este despiporre afecta al resto del país, no dejando avanzar los asuntos apremiantes, como la aprobación de leyes y presupuestos, etc. Únicamente se habla de ello y de él. No aguantamos más.