La desquiciada Cataluña de las últimas décadas ha derrochado cantidades imponentes para reescribir su pasado y manipular el presente. La historia que se cuenta en medios catalanes tiene pocos visos de autenticidad, cualquier parecido con la realidad es pura casualidad, sin contar las barbaridades de su Instituto de la Nueva Historia, que ofrece un catálogo de “conferenciantes” catalanistas que cobran de 200 a 400 euros por charla. Por charlotada. Puede seguir algunos actos en los videos de Youtube: son tan fantasiosos que apenas causan efecto, ni siquiera en el apartado de disparates.

En la tierra de mi amigo Eugenio, un humorista malogrado en plena vena creativa, estos sujetos ni merecen el calificativo de payasos, una profesión muy noble por otra parte.

No sé qué conseguirán, pero es difícil consultar cualquier tema en Wikipedia o en Internet en general sin toparse con la mano negra que ha desfigurado cualquier fuente original. Un ejército de fanáticos controlan todos los recovecos posibles.

Y sin embargo no convencen, no triunfan ni avanzan. Puede escogerse cualquier tema que presuntamente pase por catalán: el porrón, el pan con tomate, los castillos humanos, la barretina, el románico, el fútbol. Cualquier tema.

Pues bien, de catalán nada de nada. Lo han copiado todo y lo han adaptado sin apenas modificaciones. El Barça fue fundado por Gamper, un suizo; el pan con tomate es extremeño, murciano o aragonés, pero no es catalán; los castellers proceden de Algemesí y antes seguramente de Cerdeña o más lejos; la barretina es el gorro de Frigia. No acabaríamos.

Tampoco los panellets son catalanes: su incierto origen es semita, primero con los fenicios, adoptados por los judíos y los árabes. Eso sí, dominan el marketing. No es poco.
@MarianoPlanells