El ‘chalé patera’ de Sant Antoni, que sigue operando ocho años después pese a las sanciones que ha tenido que abonar, evidencia la raíz del problema que pone en jaque a la sociedad ibicenca: el intrusismo y la falta de ética de ciertos individuos que, movidos por la codicia, incumplen la Ley en busca de beneficios económicos desmesurados. Este caso es emblemático. A pesar de las multas impuestas por el Ayuntamiento de Sant Antoni, el propietario del chalé ha continuado con su actividad ilegal, alquilando habitaciones en condiciones precarias y sin las licencias necesarias. Las multas, a la vista está, no han resultado efectivas y hay motivos para cuestionar la eficacia del sistema de control y supervisión de la normativa vigente. Cuando el propietario del inmueble, travestido en hotelero pirata, presume de los muchos años que lleva en el negocio, lo bien que conoce a su clientela, los requisitos draconianos que caprichosamente impone a sus inquilinos, es porque todo le da igual y piensa seguir explotando su pensión ilegal sin el menor reparo ni respeto por la Ley ni por las autoridades.
Paquita Marsan
Francisca Sánchez Ordóñez, conocida como Paquita Marsan, es otro ejemplo destacado de cómo se puede amasar una gran fortuna incumpliendo descaradamente la normativa, construyendo sin licencia y alquilando a turistas. Ahí está ‘Casa Lola’, para vergüenza general y como demostración de que el pirateo es rentable. En verdad, siempre lo fue; y eso es lo que debería cambiar.
El ‘pirata’ de Porroig
Evaristo Soler, conocido como el ‘Pirata de Porroig’, es otro ejemplo paradigmático de lo que decimos, realizando fondeos no autorizados y chárter clandestino. Pese a las órdenes de prohibición, continuó con sus actividades ilegales, evidenciando una olímpica falta de respeto por la Ley, las autoridades y, además, por el entorno natural de Ibiza.
Estos individuos y muchos otros, como los taxistas piratas que operan en el aeropuerto de Ibiza, no son excepciones aisladas; representan una realidad preocupante, donde la codicia impulsa a muchos a ignorar las normas y leyes en busca de enriquecimiento rápido. La permisividad, la excesiva burocracia y la falta de consecuencias reales en un corto plazo de tiempo, fomentan una cultura de impunidad que invita a otros a seguir el ejemplo. La bola se hace cada día más grande y las actuaciones de la Administración contra los intrusos, que tanto daño causa en el orden social, económico y medioambiental de Ibiza, por más que se hayan intensificado en los últimos años, resultan una gota en un océano de desalmados sin escrúpulos, que se creen a salvo y que disfrutan de la impunidad que les brinda un sistema garantista y excesivamente burocratizado, donde meterles mano es casi imposible.
Sanciones ejemplares
Para frenar esta ola de intrusismo, es preciso que las autoridades impongan sanciones verdaderamente ejemplares, de esas que quiten las ganas de seguir al margen de la Ley. Las multas deben ser proporcionales al daño causado y lo suficientemente severas para disuadir a otros de seguir el mismo camino. Además, es esencial mejorar los mecanismos de control y asegurar la ejecución efectiva de las sanciones, evitando que los infractores encuentren resquicios legales para continuar con sus actividades ilícitas. Lo ideal sería que fuese la propia Administración la que detectase que un chalé patera en Sant Antoni, a pesar de los expedientes y las sanciones, vuelve a las andadas, en lugar de ser la prensa, en este caso Periódico de Ibiza y Formentera, la que descubra el tejemaneje.
Proteger el futuro
La belleza, la singularidad y la convivencia en Ibiza no pueden ser sacrificadas en el altar de la codicia. Es responsabilidad de todos, desde las autoridades hasta los ciudadanos, proteger la isla de aquellos que buscan explotarla sin escrúpulos. Y hace ya tiempo que el Govern, de la mano de los consells insulars y los ayuntamientos, deberían haber impulsado las reformas legales pertinentes para precintar aquellos inmuebles que se alquilen a turistas de forma ilegal y sin licencia, así como privarlos del suministro eléctrico y de agua.
Es hora de detener a los codiciosos; si se puede, por las buenas, pero si no se puede, por las malas.
1 comentario
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En su artículo ha mencionado la Ley varias veces. Precisamente ese es el problema,la Ley hay que cambiarla y el Estado debe actuar. Pero usted como los de su cuerda no quieren porque es un ataque a no sé qué "libertad". El mercado es una jungla y la codicia del ser humano es innata,hay que intervenir esos mercados,el "no" futuro de las próximas generaciones está en juego. Poco a poco los que piensan como usted se van dando cuenta. El capitalismo salvaje va dejando cadáveres. Ánimo Perpi con el liberalismo...