Coliseo de Roma. | Pixabay - Trimlack

En Milán se despeñan en la pasión prohibidora a la von der lechen y multan por fumar en la calle. Razón de más para preferir Roma, eterna experta en quemar a los fanáticos savonarolas que se columpian en el péndulo histérico. Quo vadis, bella Italia, renacimiento de Europa con fuego griego.

Quiero creer que un tirano hortera como Repelús Sánchez ya hubiera sido arrollado en la nieve de Cortina d`Ampezzo. Sin embargo serpentea su facha por Cerler, protegido del hartazgo del pueblo por guardia pretoriana y pistas cerradas. De las bolas de barro valenciano a las bolas de nieve pirenaicas, ya el felón que miente como el buey muge debe planear su próximo retiro a la Zoteparo, exiliado en algún rincón del Caribe lamiendo las botas del maduro de turno.

Chi lo sa? Dicen que Roma tiene la luz pero es Milán quien paga las facturas. ¡Bah! lo gozosamente importante, a no ser que seas inspector de la cosa, comisionista monclovita o chanquete bursátil aspirante a lista Forbes, siempre ha sido, como exigía Goethe, ¡más luz!

Y prefiero el canto de la cigarra a la laboriosidad de la hormiga. Supongo que La Fontaine íntimamente también, aunque en la fábula se aburguesa-proletariza y castiga el placer de la cantora con la venganza mezquina de la trabajadora. Pero ¿qué sería del mundo sin canciones, tabaco y vino? ¡Nos despeñaríamos en la barbarie woke y su pseudocultura, tan cursi como chabacana, de uvas televisadas por payasos sin gracia! El gulag sanchista, o sea.

Homero bebía para escribir la mar color de vino, Liszt fumaba habanos para tocar y la Callas vivía porque cantaba. Los virtuosos precisan sus vicios y el pueblo, que no la masa, desea más libertad y menos adoctrinamiento. Queridos Reyes Magos…