Al quinto vino el campeón de pesca en fondeo de España, Rafa Costa Torres «Cosmar» (junto a su camarada Lucas Guasch), me confiesa que usa cebo de langostino crudo. Los sospechosos habituales que hacemos la tertulia de Es Clot en Portmany nos pegamos cómplice codazo mientras alabamos las confidencias que favorece el dios del vino. Luego Rafa me dice que Ibiza también debe ser la isla de Baco, pero convenimos en que el itifálico Bes, cachonda deidad benevolente procedente del corazón de los pigmeos africanos, es un buen alter ego dionisiaco.

Por cierto que Bes pasó también al panteón egipcio, donde era muy querido como dios alegre que otorga buena fortuna entre las cimbreantes bailarinas, que se lo tatuaban en sus culos bamboleantes en danzas vaporosas de siete velos. Ese Egipto misterioso y milenario que catalogaba a los curiosos piratas griegos como niños. Y luego Bes se vino navegando con los cartagineses, fenicios que le dieron como patria la isla de Ibiza, isla que siempre ha mantenido un carácter sagrado y lúdico entre todas las culturas que la han conquistado para acabar siendo seducidas. Y en los barcos con mascarón de caballo fenicios también vinieron las uvas doradas, las viñas que hacen más alegre la vida, que mueren y resucitan cada año en el tiempo cíclico que no pueden comprender los modernos digitales.

Rafa también me informa que entre Valencia y Alicante hay más de cuatrocientos indígenas con el apellido Ibiza, pero que no conoce ninguno en la isla. Posiblemente se vinieron en 1235 con el rey conquistador Jaime de Aragón y luego dieron de nuevo el salto a la península, queriéndose llevar un recuerdo de la isla sagrada, pero manteniéndola siempre cercana y a la vista.