Tras regresar de la World Travel Market de Londres, la feria turística donde se dan cita los principales operadores turísticos de Reino Unido (primer mercado emisor de turistas que visitan Eivissa) me permito compartir una reflexión: en estos momentos donde está en tela de juicio nuestro exitoso e imitado modelo económico, se criminaliza a nuestra principal fuente de ingresos que es el turismo y se pone en duda la participación en estas ferias.
Les hablaré desde la perspectiva de nuestra ciudad, de la cual tengo el orgullo y a la vez el reto de asumir las competencias en materia turística. Estamos de acuerdo que cuando hablamos de los meses centrales de la temporada, coincidimos todos que en estos momentos no es necesario invertir esfuerzos ni recursos para atraer a más turistas, pero coincidirán conmigo que es necesario cambiar la percepción de que, al llegar octubre, apagamos las luces y desaparecemos todos de la isla hasta la próxima primavera. Seguro que a muchos de ustedes le habrán preguntado cuando salen de la isla, ¿pero allí vive gente en invierno?, fruto de la extrañeza de que la ciudad de Eivissa pueda ofrecer una oferta patrimonial al alcance de muy pocos destinos, con un patrimonio mundial encabezado por las murallas renacentistas mejor conservadas del mediterráneo, con una oferta arqueológica única, que alberga una de las mayores necrópolis de la época púnica, o una agenda cultural y deportiva que brinda posibilidades los 365 días del año.
Estamos acostumbrados a una promoción turística que va desde el verano, hacia los meses de menos ocupación, pero ¿qué pasa si lo hacemos al revés? ¿Y si se plantea una promoción desde los meses donde queda la esencia que nos hace únicos hacia los meses de mayor ocupación, donde desestacionalizar la temporada se llegue a entender como la necesidad de alargar la temporada hacia los meses de verano?
Si fuésemos capaces de ello, llegaría el día en que, además de presumir de nuestras playas y de nuestra oferta de ocio, nos creeríamos que nuestra ciudad pueda ser un destino de turismo responsable, lejos de la otra Ibiza que todos conocen y que se apaga cuando el sol se esconde. Si lugares como Andorra no hubiesen creído que después de la temporada cada vez más incierta de nieve tenían otro potencial como es su patrimonio natural, que se complementa perfectamente con el destino turístico por el que es mundialmente conocido, quizá, no les estaría poniendo el ejemplo de este destino, que ya recibe más turistas en la ‘temporada baja’ que en la temporada de esquí.
Y ahora permítanme que, después de tres días detallando las bondades de mi ciudad en la capital inglesa, tenga ganas de volver a casa y seguir disfrutando del privilegio de vivir en Eivissa, un paraíso durante todo el año.
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