Tráfico en Ibiza. | Irene Arango

En los últimos días y a raíz del debate y aprobación en el Parlament balear de la ley para poder limitar la entrada de vehículos en la isla de Ibiza se ha vuelto a hablar del tema de la movilidad terrestre en nuestra isla. En cuanto a esta cuestión hay varios puntos que pueden resultar de interés para todos los que residimos en Ibiza y que, por tanto, somos directamente afectados por la nefasta política que a todos los niveles se viene desarrollando en esta área.

Como punto de partida señalar dos cuestiones que ya llevan muchos años afectándonos negativamente y que de momento siguen sin resolver. En primer lugar el agravio comparativo del que somos víctimas en Ibiza, que no es otro que la burla que año tras año se viene perpetrando por parte del Govern balear en cuanto a las inversiones en materia de transporte terrestre en cada isla. Recordemos que anualmente van más de 100 millones de euros para inversiones en Mallorca, mientras el resto de islas debemos conformarnos con cantidades que no pueden ni tan siquiera denominarse limosnas.

Por otro lado está el tan anunciado nuevo contrato de concesión del transporte terrestre en la isla, que a pesar de estar caducado desde 2018 sigue sin adjudicarse. Dicha nueva concesión, a pesar de las mejoras que se han venido anunciando y que no van a ir más allá de un mayor número de líneas y de frecuencias, tampoco será lo que resuelva de forma definitiva la problemática del transporte público por carretera. Seguiremos con un transporte que estará muy lejos del que nuestra isla podría tener y se merece y ello debido a la falta de ingenio y valentía para afrontar la cuestión por parte de las administraciones con competencias para actuar.

En el último pleno municipal de Vila se debatió sobre si la intención de construir un gran aparcamiento público en una parcela junto al colegio Sa Real es la mejor idea o no, sobre todo a raíz de la aparición de restos arqueológicos en alguna parcela de la misma zona. Leyendo dicha noticia, automáticamente me vino a la cabeza la controversia política sobre cuál sería la mejor ubicación de ese gran aparcamiento público de Vila.

Resulta más que evidente que para poder reordenar mínimamente el urbanismo y la movilidad en el núcleo urbano hay que habilitar un espacio para ubicar un número importante de vehículos. Para hacer del citado núcleo urbano un espacio más humano y de mejor convivencia, habría que sacar del mismo una gran parte de los vehículos que cada día dan vueltas y más vueltas buscando donde poder aparcar. Sigo definiendo como torpeza la decisión del gobierno municipal actual de construir dentro de la zona urbana esos aparcamientos para cientos de coches, propuesta que está avalada por el Consell Insular.
Ambas administraciones renunciaron a la propuesta de construir aparcamiento subterráneo para unos 1.500 vehículos en el espacio que hoy ocupa el primer cinturón de ronda, aprovechando la inminente remodelación del mismo. Se trata de un grave error de previsión de cara al futuro, que con toda seguridad condicionará el futuro urbanístico del municipio. Y lo peor es que estoy convencido que de nuevo se tomó una decisión de este calado tan solo para hacer lo contrario de lo que se propuso en su momento por parte del rival político. De nuevo, el interés político está por encima del interés general. Se renuncia a una inmejorable ubicación y a la utilización de un enorme espacio de territorio municipal ya ocupado, con lo que entre otras cosas se liberaría terreno para otras necesidades que pueda tener el municipio.

Por otro lado, y en pleno verano, se reclamó por parte del portavoz adjunto del Grupo Parlamentario Socialista, el menorquín Marc Pons, un cambio en las políticas de movilidad en Baleares. Rápidamente se pudo comprobar que en realidad en sus declaraciones se estaba refiriendo a Mallorca y no al resto de islas, algo a lo que ya estamos acostumbrados ya que el citado personaje jamás ha trabajado en nada que pudiera favorecer a Ibiza o Formentera.

En la citada reclamación hace referencia a los aparcamientos en Palma, a la saturación de las carreteras de Mallorca, al tren de esa isla y a la necesidad del proyecto de tranvía en Palma. Como se puede observar su preocupación por la movilidad terrestre no va más allá de Mallorca. Su preocupación por las Pitiusas es la de siempre, ninguna, cosa que dejó muy clara durante sus años de Conseller de Movilidad del Govern y que por lo visto se mantiene.

Sinceramente este tema de la movilidad tiene difícil solución en nuestras islas. Mientras los políticos locales sigan anclados a las mismas propuestas arcaicas de toda la vida, sin la menor capacidad de innovar y los políticos de otras instituciones sigan mostrando el mismo desprecio por nuestros problemas, nada cambiara en este tema para nosotros. El futuro inmediato será más de lo mismo.