Tras un breve viaje a la Península, regresé la semana pasada a Ibiza. El vuelo llegó de Málaga pasadas las 22.30 horas y la zona de llegadas del aeropuerto de Ibiza era un hervidero de gente una semana antes de los closings de discotecas de esta temporada. Al salir por la puerta de llegadas, ya se encuentran los primeros taxistas piratas dentro de la terminal intentando captar viajeros. La situación se vuelve del todo dantesca cuando, al salir de la terminal y en la propia puerta, hay grupos de cuatro o más taxistas pirata ofreciendo sus servicios a todo aquel que pasa. Pero no sólo eso sino que iban gritando ‘taxi, taxi’ a quienes aguardábamos el turno en la cola para subir a un taxi legal. Y todo ello sin ningún tipo de reparo, vergüenza ni el mínimo atisbo de miedo por saber que están haciendo algo ilegal y que pueden ser pillados. Ese día conté la friolera de una docena de taxistas pirata en la puerta del aeropuerto de Ibiza. Lo más llamativo de todo es verlos actuar con total seguridad y sentimiento de impunidad, pues se mueven como si el aeropuerto fuera suyo. Tan seguros están de sí mismos y de que el aeropuerto de Ibiza es ‘territorio amigo’ para su actividad ilegal que no dudan en encararse de forma agresiva con todo aquel taxista legal que se atreva a plantarles cara e incluso con la prensa, llegando a amenazar. De hecho, entre los piratas hay una conocida mujer que lleva ejerciendo esta actividad ilegal más de 10 años y que ahora medio distribuye los viajes entre los piratas allí congregados (¿o es que tendrá a su vez ‘subcontratados’ conductores pirata porque le ha crecido el negocio en todos estos años? Todo puede ser). En Barcelona, se han tomado la justicia por su mano y han creado ‘patrullas ciudadanas’ para alertar a los turistas de los carteristas vista la poca eficacia de la administración en atajar el problema. Quizá esa sea la solución para atajar a los piratas del taxi en Ibiza o quizá los taxis legales deberían parar en bloque un día o dos o tres de verano para que así los piratas se pongan las botas y les sea más fácil cazarlos a policías locales, Consell y Guardia Civil. Sea como sea, hay que acabar con esta vergüenza de Ibiza.