Es traumático el cacao mental de mucho descendiente de español que los lleva a odiar su propia sangre, incluso dirigentes políticos a una u otra orilla del Atlántico, habitualmente marxistas contrariados y woke aprovechados que pretenden reescribir la Historia. ¿Esperpento o realismo mágico? Más bien la técnica del reflejo condicionado de Pavlov; tapan las propias carencias ladrando contra un enemigo inventado.
Con el descubrimiento del Nuevo Mundo los españoles fueron conquistados por las indias y se dio mestizaje fabuloso de razas, sueños y ciencias. Eso pasó también con el ejército de Alejandro Magno y la helenización, pero la hispanidad es algo único en la Edad Moderna. ¿O es que piensan que los puritanos anglocabrones, con su concepto darwinista de los nativos como razas inferiores, se mezclaban alegremente en el catre? ¡No!; los muy bestias escribían cartas a desconocidas de Brighton para que acudieran a desposarles y se encerraban en sus clubes mientras las indias, con su danza tántrica de gozosas apsaras, los juzgaban bárbaros industrializados.
El rechazo al pasado español en América se propagó tras las guerras de independencia en el siglo XIX y la compra de la leyenda negra a ingleses y holandeses. Puedo comprender que no quisieran pagar impuestos a la Corona (luego se despeñaron dependiendo de la usurera banca inglesa, después la yanqui), pero sorprende que renieguen de su propia sangre. El maquillaje histórico ha llegado al extremo de que en Venezuela al libertador Simón Bolívar lo presentan con rasgos indios, cuando realmente era un señorito criollo muy blanco y educado en Madrid y París.
Es revelador que gran parte de los indios lucharan a favor de la Corona y por seguir siendo España, algo intuían de lo que vendría después. Pero la hispanidad existe y, pese a estúpidos cainitas, somos hermanos. ¡Viva la Malinche!