Resulta escandaloso que los cabrones que atruenan la costa con su bakalao electrónico gocen de total impunidad. Se disponen medios para proteger a las gaviotas, lagartijas de los islotes cada vez más serpentinos, posidonia y demás fauna pero se olvidan de los seres humanos, cuya cortesía y sentido común está en claro peligro de extinción.
Sería tan fácil poner coto a los desmanes de las party boats, a menudo chárteres que atracan en los puertos ibicencos; también a los barcos particulares que, en demasiadas ocasiones, fondean frente a la costa urbana y pinchan su abominable bakalao día y noche a un volumen insultante, sin respeto alguno por el indignado vecindario.
Las llamadas a Policía Local o Guardia Civil no suelen tener efecto. Amablemente se excusan en que no tienen competencia o carecen de medios para poner orden. ¡Parece que vivimos en medio de la estepa manchega en vez de una isla! Pero las mismas lanchas vigilantes de posidonia o socorristas o motos acuáticas de policía local podrían llamar la atención de los cabrones inarmónicos, piratas de agua dulce, horteras de pacotilla, nuevos ricos sin cultura ni educación, etcétera.
En la bahía de San Antonio, donde demasiado a menudo de dan tales excesos (con el efecto contagio que supone), el Club Náutico, pondría una lancha a disposición de las fuerzas del orden de forma inmediata. Es un problema de fácil solución si hubiera voluntad.
Pero de seguir el caso omiso y la negligencia política, la cosa se saldrá de madre y algún genético corsario se hartará y volverá a arrojar no ya huevos o insultos, sino peligrosos frascos de fuego a la cubierta de los chacales new age.
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