Cuando cantaba en Cuzco, a punto de despeñarme por el Camino del Inca rumbo a La Cuna del Relámpago (así llamaba al Machu Picchu el gran poeta del amor desesperado, Neftalí Reyes alias Pablo Neruda), mascaba la coca y bebía su infusión como si fuera té amargo. Daba cierta euforia y era fundamental para vencer el mal de altura. Pero lo que de verdad me gustaba era el Pisco Sour, aderezado con un par de hojitas que eran como nubarrones olímpicos sobre la nieve del cocktail. En los vicios hay que ser sibarita.
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1 comentario
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Desde gran parte del elenco político, mayoritariamente izquierdista, te venden que hay que legalizar el cannabis.Que es una droga blanda y nada problemática. De hay pasamos al las drogas más duras, y así tener una sociedad aborregada, y dócil. Esto es lo que nos queda. Una juventud atontada y un turismo repugnante. Pero eso sí, no te tomes una copa que está muy mal visto..