En diversas ocasiones he recordado el tremendo varapalo que las últimas elecciones locales y autonómicas supusieron para los partidos progresistas de nuestras Illes Balears. El PP resultó el claro vencedor en la práctica totalidad de las instituciones de las islas. Ahora bien: su victoria no fue lo abrumadora que ellos habrían querido ya que en el Parlament no obtuvieron la mayoría absoluta que les permitiera formar gobierno sin dependencia alguna.

En esas mismas elecciones, en el peligroso proceso de ascenso de la extrema derecha que desde hace unos años se viene produciendo en toda Europa, Vox consiguió también incrementar su número de diputados en la Cámara Autonómica. El resultado de ambas formaciones permitió que pudieran ponerse de acuerdo y la derecha acabó firmando un pacto de investidura y de apoyo a un nuevo gobierno del PP con un partido cuyo ideario político contiene clarísimos tintes neofascistas.
Todavía recuerdo la intervención de Prohens anunciando la formación de un Govern del PP en solitario, afirmando que el mismo no se vería condicionado por nadie. Poco tardó en conocerse la verdad y la realidad de la situación: el supuesto Govern en solitario tenía las manos atadas y su libertad de decisión estaba encerrada en una jaula de 110 puntos que contenía su pacto con Vox.

Por muchos discursos y ruedas de prensa en los que la presidenta intentara hacer creer a la población aquello que su propia formación sabía que era falso poco tardó ella y su Govern en darse de bruces con la realidad de su Ejecutivo, un Ejecutivo en minoría que no en solitario. Podría parecer que ambas palabras tienen un mismo significado, pero lo cierto es que pueden ser conceptos claramente antagónicos.

Desde entonces hasta hoy han podido comprobar que en varias ocasiones han tenido que plegarse a las exigencias de la extrema derecha para poder seguir gobernando. A pesar de ello, no pierden una sola oportunidad para intentar seguir engañando a la población de estas islas, afirmando en sus intervenciones públicas posicionamientos políticos radicalmente contrarios a lo que acaban ejecutando o votando. Son diversos los casos en los que algo así ha acabado sucediendo, pero me referiré a una reciente y vergonzante situación.

Antes del parón veraniego en el Parlament Balear, tuvo lugar en un pleno del mismo una desagradable y despreciable situación, protagonizada por el presidente de la Cámara Autonómica, que por obra y gracia del PP y en representación de Vox, ocupa ese cargo. En el pleno en cuestión se debatía la toma en consideración de la derogación de la ley de memoria democrática.

Durante la celebración del mismo, los diputados de izquierdas, entre los que se encontraban las dos diputadas del PSOE que forman parte de la mesa del Parlament, exhibieron fotos de varias mujeres asesinadas por el franquismo. El presidente del Parlament exigió la retirada de las citadas fotos y, ante la negativa de las diputadas socialistas, acabó arrancando y rompiendo la foto que tenía más cerca. Evidentemente, la presencia en la sala de plenos de las fotos de mujeres represaliadas y asesinadas por la dictadura de su adorado Franco por el único delito de luchar por una democracia que a día de hoy permite incluso que un ser tan indigno como despreciable presida una institución como el Parlament hicieron muy evidente el desprecio que tanto él como su partido sienten por la democracia.
Pero siendo esto muy grave no lo es menos el sometimiento que la extrema derecha viene aplicando al Govern del PP. Y lo que todavía es peor: que Prohens y su Govern expresaran en un primer momento su rechazo a tan indigno gesto, criticaran a Le Senne por esa reacción y pretendieran mostrarse tristes y contrariados por lo ocurrido nada tiene que ver con lo que han hecho. Lo cierto es que esta semana ha quedado meridianamente claro lo que el Govern y el PP opinan del caso que nos ocupa.

Finalmente, y a pesar de haber mantenido absoluto silencio durante el verano sobre cuál sería su voto en el pleno en el que se iba a debatir la propuesta de reprobación del presidente del Parlament Balear, han acabado quitándose la careta una vez más y gracias a sus votos han hecho posible que alguien tan indigno como Le Senne siga siendo la máxima autoridad en la Cámara Autonómica.

En este caso, la dignidad política del Govern y de los diputados de su grupo parlamentario ha acabado por los suelos y arrastrada por el lodo más putrefacto. Es palpable el miedo que se tiene a perder los votos que se necesitan para llegar a la mayoría en cada votación y, por ello, el precio que se ha decidido pagar es tan alto. Pagar con el desprecio a quienes lucharon por la democracia y a sus familias parece del todo inadmisible e injustificable.

Pero esto es lo que ocurre cuando se gobierna sometido a la voluntad de una extrema derecha que no cree en la democracia.