Ser buen o buena progre en estos tiempos que corren es agotador. Nada más levantarte, has de abrir X, antes Twitter, y analizar los mensajes de tu particular lista de miembros de la Fachosfera para ver a cuántos de ellos debes denunciar en manada y que les cierren las cuentas. Porque, claro, la libertad de expresión es un derecho que no todos están preparados para ejercer.

Tras visitar a los fachas en X, el buen o la buena progre han de pasarse por Forocoches o Burbuja.info, a ver por dónde respiran ya de buena mañana los fascistas. Menéame queda para el momento del desayuno, que ese es un agregador de noticias progre en el que uno o una pueden deleitarse con los argumentos de otros compañeros de lucha. Y Facebook solo se usa para lo familiar, aunque nunca está de más revisar los comentarios en los perfiles de los medios de comunicación fachas para interponer la correspondiente y virtual denuncia.

Llega la hora de desayunar y el buen y la buena progre no perdonan en ese momento un buen tazón de té verde con el que acompañarán un panecillo de trigo sarraceno y con semillas varias sobre el que habrán colocado alegremente aguacate aplastado, un huevo poché y más semillas, que la fibra no puede faltar. Si están generosos ese día, le meterán un par de rodajas de queso de cabra para darle más proteína a la jornada.

El buen progre entra después en Telegram y Signal para recibir las consignas del Facuo y compañía y poder lanzarse a la valiente lucha digital contra el facherío, mientras va revisando en la app del banco si sus inquilinos le han pagado ya o si el de la villa de Santa Gertrudis le ha abonado los sacos de cemento para construir la piscina ilegal. Por eso yo no soy progre, porque es una cosa durísima.