Me cuenta un garganta profunda de las cloacas del estado que el Puchi está de vacaciones con Begoña y Pedro. Que pusieron el Falcon a su disposición y prefirió una botella de champagne antes que el cava. Que a lo único que se ha negado enérgicamente el prófugo a es a tomar una sauna en compañía del marido de la captadora de fondos públicos, pero se ignora si es por pudor, recelo o los calores de agosto.
«Y yo me la llevé al río, creyendo que era mozuela. Y resultó ser un tío, que por poco me la cuela», cantaba el poeta. Aunque algunos intelectuales de la orilla izquierda prefieren la filosofía rubaiyat del gran Khayam, que traducen interesadamente: «Si un bandido te asalta en el camino con rijosas intenciones, lo mejor que puedes hacer es relajarte y disfrutar».
Aparentemente la nueva escapada del Puchi deja en bragas a las fuerzas de seguridad, acrecienta su leyenda como si fuera Don Juan de Serrallonga, y sus acólitos le comparan con el Gran Houdini, fabuloso mago que por supuesto nació en el Llobregat.
Pero Garganta Profunda me dice que había órdenes de no tocar un pelo de la fregona cabellera, que la Operación Jaula era un paripé, maniobra de diversión para la trinca del Falcon, que reía a carcajadas al ver por la tele cómo los mossos abrían el maletero de miles de coches atascados.
¿Quién sabe? La realidad siempre supera a la ficción, como el ministro obrero jugando golf mientras España descarrila, un presi carterista que arruina hasta Correos, y una fregona que va de molt honorable mientras jalea a la guerra civil con sus paisanos.