Este miércoles, un amigo que no vive en la isla me preguntaba si el desalojo forzoso del asentamiento ilegal de Can Rova iba a servir de punto de inflexión para poner fin a aquellos problemas que se dice que últimamente tiene Ibiza. Por un lado pensé en darle la versión oficial, la de periodista informado sobre el tema o la que darían los que nos gobiernan, y asegurarle que sí, que seguro que todo esto nos haría reflexionar y que a partir de ahora todo iba a cambiar. Pero sin embargo, teniendo en cuenta quien es, creí necesario serle del todo sincero. Mirarle a los ojos y explicarle sin tapujos que desde hace ya bastante tiempo creo que todo es solo es el inicio de un problema global mucho más grave que está a punto de estallar en Ibiza y que tiene pinta de llevarnos por delante a todos.
Porque este desalojo ha sido como un puñetazo de cruel realidad en la isla de las mansiones del lujo, los restaurantes fashion, los hoteles de cinco estrellas superior, los yates de grandes magnates o la de idílicas playas y calas de aguas cristalinas. Un directo al mentón a esa Eivissa de catálogo que se promociona en redes sociales o en guías por todo el mundo como el lugar más especial del Mediterráneo mientras presume de su pasado hippy, repleto de libertad, paz y tranquilidad, y de tener varios espacios reconocidos como Patrimonio de la Humanidad. Y es que a nadie le gusta que esta imagen se vea empañada por un poblado chabolista repleto de caravanas, casetas de maderas o tiendas de campaña donde residen como pueden centenares de familias con menores a su cargo en condiciones realmente lamentables. Ni tampoco, como los antidisturbios tienen que hacer frente a quienes pretenden quedarse en el lugar argumentando que han pagado hasta 600 euros al mes por un pedazo de tierra a un pirata sin escrúpulos y sin corazón que solo vio en ellos una nueva oportunidad de hacer dinero y lucrarse con el sufrimiento ajeno.
Y más si tenemos en cuenta que en los tiempos que corren todo se retransmitió casi al instante a través de las principales redes sociales con personas como Isabella que, prácticamente se convirtió en una corresponsal de prensa más. Vivimos tiempos confusos en los que todo se comparte al instante, haciéndose viral todo aquello que pueda tener algo de morbo, y un desalojo forzoso en un asentamiento ilegal en Ibiza tiene todas las papeletas para serlo en todo el mundo en apenas unos minutos. Porque en pleno 2024 genera mucho interés escuchar como una mujer grita desesperada a una cámara que en el lugar hay más de 20 niños o como un guardia civil, al comprobar que se le está grabando, amenaza con denunciar a quienes difundan el vídeo mientras recuerda a los presentes que tienen media hora para salir del asentamiento, que están allí para ayudar y que se limitan a hacer su trabajo ya que no son los responsables de la orden de desalojo. O ver casi en directo qué pasó tras esa media hora, con llantos de niños y gente corriendo por todos lados mientras las imágenes reflejan como algunos agentes acorralaban a un grupo de mujeres y niños bajo un toldo u otro presionaba su escudo de protección transparente contra una joven mientras de fondo se escuchan llamamientos para que todo pare.
Imágenes que creemos alejadas de nosotros que nos pensamos viviendo en países civilizados pero que nos demuestran que, al final si las cosas vienen mal dadas, todos somos iguales. Y por supuesto, imágenes que no son la mejor promoción ahora que estamos en verano y aún queda temporada por delante, siendo un torpedo directo a la línea de flotación de una industria turística que en Ibiza, por otro lado, este año está dando signos de cierto agotamiento. Porque fuera de nuestras fronteras, y por más que algunos quieran seguir dentro de sus caparazones o sus mundos ideales de Yupi, ya se están dando cuenta que en nuestra isla no es oro todo lo que reluce y que vivimos una situación límite debido a unas desigualdades sociales cada vez mayores con zonas que son auténticos polvorines a punto de saltar por los aires.
Porque Can Rova no es una excepción. Los medios de comunicación informan con cada vez mayor frecuencia sobre cada vez más asentamientos ilegales donde cada vez malviven más personas. Personas, como usted o como yo, que tienen sus contratos en regla y sus trabajos pero que no pueden pagar los altos alquileres en una isla que no piensa en ellos porque está más pendiente de seguir presumiendo de un decorado de cartón piedra cutre y rancio como los que se usaban en algunas películas de serie B de los años sesenta o setenta. Asentamientos, mareas humanas, que en una isla como la nuestra, con las dimensiones que tiene, son el caldo de cultivo de algo mucho más grave que puede acabar estallando en cualquier momento.
Así que no amigo mío. Desgraciadamente lo que sucedió el miércoles en Can Rova no va servir de punto de inflexión sino que servirá para que poco a poco el mundo sepa que en la isla maravillosa de Ibiza tenemos graves problemas que, de momento y a corto plazo, no parece que tengan fácil solución.