Abro el periódico y casi me muero de pena y de asco, a partes iguales. Está atestado de gente fuera de sí, incidentes agresivos, accidentes luctuosos, dramas humanos y todo tipo de sucesos, que me recuerdan al semanario El Caso, que sólo recordarán los más veteranos del lugar. Los sucesos interesan a la gente y en los digitales son lo más leído, pero trasladan una imagen de la sociedad que dista de ser la real, pues si no hay sangre o violencia, no interesa su publicación. Sucede que en Ibiza y Formentera, con la afluencia de turistas y la multiplicación de la población, las desgracias se suceden una tras otra, como si fuera el agua saliendo de una fuente. Y es posible que siempre haya sucedido, pero en la actualidad, cada persona lleva una grabadora y una cámara de vídeo. No hay que imaginarse las peleas, porque las vemos casi en directo. Y es tan desagradable ver a la gente discutir a voces, llegar a las manos y hasta a las ¡chancletas! Perder el control de uno mismo y dejarse llevar por la ira, por mucha razón que uno lleve, no conduce a nada. La teoría la sabemos todos, lo admito, en lo que fallamos habitualmente es en la práctica cotidiana. Yo, desde hace años, practico meditación. Me ayuda mucho y no quiero pensar qué sería de mí si no tratase de entrenar mi mente para no perder la calma. Se lo recomiendo. Hay muchas otras técnicas, como el yoga o el Tai Chi, algo que también probé hace varias décadas y que me sirvió de gran ayuda. Pero por encima de todo, lo que más ayuda, es alejarse de cualquier situación violenta o agresiva; de la gente chillona o maleducada. De quienes transmiten mala vibra, como se dice ahora. En las Pitiusas eso es más necesario que en cualquier otra parte, sobre todo en verano. Será el calor o quizás las pastillas que algunos se comen a puñados, como si fueran juanolas. Respiremos profundamente. Ohm.