Llorenç Córdoba ha convertido Formentera en su califato. Al indigno presidente del Consell de Formentera le importa una mierda si hay gobierno, si tiene apoyos en el pleno para seguir en su puesto, si la institución en estas circunstancias es gobernable o ha devenido en un fracaso absoluto o si la isla entera se hunde a sus pies.

Lo único que le importa a Llorenç Córdoba es seguir trincando un mes más. Esta es su única motivación. Lo demás no le produce ni frío ni calor. No va con él. Es increíble que un sujeto así pueda siquiera salir a la calle. Su último intento para apuntalar su dictadura unipersonal, al estilo de Alvise Pérez, ha fracasado. Trató de timar a Gent per Formentera, PSOE y Sa Unió para que se suicidasen, a cambio de bendecir un cambio legal que permitiese al mariscal seguir en el poder. Obviamente, fracasó.

Ya hace días que negocian una moción de censura como única salida posible para echar a este tahúr del Misisipi, conscientes de que está absolutamente incapacitado para ostentar la presidencia del Consell de Formentera. ¿Cuál es el plan B del califa? ¡Ninguno! ¿Para qué necesitaría él un plan B que hiciese gobernable la institución que preside, en mala hora y para desgracia de todos? Todo se la pela. Ni uno de los 16 consellers electos le da su apoyo para seguir en la poltrona, pero para él eso no significa nada. Piensa seguir arañando días para continuar cobrando, así reviente Formentera entera y con ella todos los estúpidos que le votaron y los que no. Su ruina es la de todos.

Por cierto, ¿le han vuelto a oír hablar del deslinde de Costas o que el Govern no respeta a Formentera? ¡Si es que se ha pitorreado de todo el mundo desde que fue elegido presidente!

Joe Biden goza de mayor lucidez para presidir los Estados Unidos que el mariscal para seguir al frente del califato de Córdoba. Sus actos hace tiempo que dejaron de ser explicables políticamente y la irracionalidad más absoluta se ha apoderado del Consell de Formentera, que no tiene junta de gobierno pero sí califa. Encima, ahora, juega a difamar a quienes no besan sus babuchas, que cada vez son más. Con insinuaciones propias de un ser desesperado que, personalmente, ya me da hasta pena.

No sé puede, en política, caer más bajo ni conducirse como una cabra. A menos que esté como una cabra. Él tiene que saberlo que para eso estudió.