Demasiado pronto hemos empezado con las indecencias, el esperpento y los abusos que suelen caracterizar el verano ibicenco. Primero un yate se encaramó en una duna de un espacio protegido como Espalmador y ahora hemos sabido que el indecente DJ Diplo no ha tenido una ocurrencia mejor que ofrecer una sesión de su bazofia electrónica en el ultraprotegido mirador de Es Vedrà. Este último es un ejemplo de la sensación de impunidad con la que campa la chusma que se cree que la isla es suya y que su posición está por encima de la Ley y de los simples residentes que tenemos que aguantar y sufrir a la caterva de fantasmas que inundan este pedacito frágil de Mediterráneo.
Opinión
Empieza el baile
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