Lo cierto es que llevamos muchos meses en un ambiente electoral caldeado. Ante la tensión que se suele crear a partir de estas citas con las urnas, lo cierto es que en nuestro país a raíz de las diversas precampañas y campañas electorales la crispación política campa a sus anchas. Lejos quedan aquellas campañas en las que unos defendían unas propuestas conservadoras y otros unas progresistas, defendiendo un ideario político y un concepto propio de sociedad. El debate político actual se cimienta en el insulto y el agravio personal, en una alarmante falta de respeto por el rival político. Hoy se aplica con toda la crudeza imaginable la conocida frase ‘el fin justifica los medios’, atribuida a Maquiavelo. Da la sensación de que todo vale para permanecer en el poder o para intentar llegar al mismo.

Y en mitad de esa vorágine de crispación está la sociedad a la que se supone se deben todos y cada uno de los políticos que la representan. Una sociedad con problemas reales, con urgente necesidad de soluciones para su resolución, que sufre día a día la realidad de esos problemas y a la que parece que todos ignoren. El problema más importante que en estos momentos azota nuestras islas es, sin duda, la vivienda y es precisamente de eso y de qué se hace desde las instituciones que tienen competencias para aplicar soluciones de lo que nuestra gente necesita y quiere que se hable, pero sobre todo necesita que se actúe.

Todos los partidos, sin excepción, dicen reconocer la realidad del problema. En su discurso, todos afirman que la gravedad del problema exige que todos se impliquen en la búsqueda de soluciones. Y partiendo de la cruda verdad, es cierto que sin la implicación de todos difícilmente se logrará una pronta solución y una salida al estado de emergencia en el que nos vemos obligados a vivir. Ahora bien: los discursos y las declaraciones, ambas cosas por sí solas, no conseguirán el resultado que nuestra sociedad se merece.

¿Qué más hace falta para que desde la política se atiendan la queja, la súplica y el llanto de nuestra sociedad? ¿Qué más hace falta para que todos se den cuenta de que ha llegado la hora de afrontar de cara el problema? Ya no sirve ponerse de lado haciendo ver que se atienden las reclamaciones de todos los rincones de la sociedad sin excepción.

Parece indudable que ya ha llegado la hora de dejar a un lado los intereses de cada partido y los argumentarios que de los mismos se utilizan. No dejan de ser más que papel mojado que solo sirven, como su propia definición establece, para defender una opinión política determinada. Deben dejar de prevalecer los intereses políticos y se debe empezar a reconocer la gravedad del problema y la dramática repercusión social que el mismo tiene.

No puede ser que hace unos diez años, el porcentaje de nuestros jóvenes que se podía independizar fuera del 31% y que a día de hoy no pase del 16%. No puede ser que un trabajador o trabajadora, con un sueldo de 2.000 euros al mes, se tenga que ver obligado a mal vivir en un coche, en una caravana maltrecha o en uno de los malditos asentamientos ilegales, que cada vez proliferan más y que adornan nuestro territorio. Este territorio al que algunos se empeñan en querer vender como centro del lujo.

Se suele decir en política: si quieres que algo no se aclare ni se solucione crea una comisión de investigación parlamentaria; pues en el caso de la grave situación habitacional de nuestras islas, si quieres seguir haciendo el paripé y mareando la perdiz, crea una comisión de estudio sobre el estado actual del problema. Seamos serios ya que por todos sin excepción es más que conocido cual es el problema y su gravedad. Lo que hace falta es que todos los actores de la política, quienes gobiernan y quienes están en la oposición, aparcando ideologías que hasta ahora por sí mismas no han conseguido nada, se decidan a aplicar todas aquellas propuestas, las de unos y las de otros, que estén dentro del marco de la legalidad vigente y se unan de una vez por todas con el único objetivo de plantar cara al problema y vencerlo de una vez.

Nos va a todos mucho en ello y, por lo tanto, cabe desear que el empeño sea lo realmente importante que la situación merece. No vale pedir la participación de todos en esta lucha, pero a reglón seguido, como está haciendo el Govern del PP desde Palma, demonizar las propuestas que aporta tu rival político. Del mismo modo que no es de recibo que cuando existe la posibilidad de aprobar una propuesta, con un paquete de medidas que puedan ayudar    a paliar la problemática, tal propuesta no salga adelante por no aceptar por parte de la oposición socialista alguna modificación en la propuesta original, como ha ocurrido recientemente en el pleno del Consell Insular d’Eivissa.

Parece claro que la realidad es muy distinta al discurso y que, de seguir así, deberemos seguir viendo cómo los bochornosos asentamientos ilegales siguen floreciendo y como muchos de nuestros hijos se ven obligados a abandonar la isla por no tener donde iniciar un proyecto propio de vida.