Francina Armengol. | Europa Press

La rueda de prensa ofrecida el martes por Francina Armengol en el Congreso para decir que ella no sabía nada de las mascarillas porque estaba salvando vidas es de las comparecencias más lamentables que recuerdo haber visto en años. En resumen, la culpa es del PP, de los técnicos y de la Conselleria de Salud. Conselleria que, por cierto, dirigía (con mano de hierro contra Ibiza)   su compañera de partido Patricia Gómez, que el mismo día de la comparecencia de la presidenta del Congreso tenía, por decirlo de alguna manera, mala cara en el Parlament.

El goteo de información sobre la presunta implicación de Armengol en la trama corrupta no cesa y una ya teme que acabe saliendo por algún lado hasta la mascota de Can Botino en algún ágape clandestino con Ábalos, Koldo, Delcy, el tito Berni y alguna lumi de relumbrón como invitados de honor.

Todo junto, da demasiado asco. Sobre todo cuando recuerdas que mientras estos tipejos, siempre presuntamente, metían la mano en la caja sin ningún escrúpulo, el resto estábamos en casa viendo cómo nuestras vidas sufrían un parón del que aún muchos no hemos logrado recuperarnos. La cosa va a más cuando observas a los lamebotas de turno (cuyos sueldos pagábamos y pagamos generosamente) arremetiendo contra los que nunca hemos vivido de lo público y, por supuesto, no perteneceremos nunca a la secta. No porque no nos lo hayan ofrecido, sino por una mera cuestión de decencia y dignidad.

Que estos sujetos, que no han firmado una exclusiva en su vida por incapaces, se atrevan a seguir acosando a quienes no pensamos como ellos tiene guasa. Habrá que disfrutar del espectáculo que están dando unos propagandistas cuyo mayor dolor hoy tiene más que ver con la pérdida de pasta y de poder que con la democracia o la libertad de información.