Estos días hemos debatido en el Congreso la senda de estabilidad presupuestaria 2024/2026 para el conjunto de las Administraciones Públicas y el techo de gasto de los Presupuestos Generales del Estado.
Es evidente que, al debatir sobre esto, debatíamos al mismo tiempo sobre la política presupuestaria y económica del Gobierno, sobre su pobre desempeño estos años y sobre la necesidad de revertir sus perjuicios. Los resultados de esta política se resumen en que España fue la que más riqueza perdió en la pandemia y la penúltima en la recuperación. En la crisis energética, nuevamente, hemos sido los que peor desempeño hemos tenido.
Se dijo que la inflación era transitoria y, dos años y medio después, seguimos con una inflación por encima de la media de la Unión. Esta es la cruda realidad de una política económica que no es creíble y se ha demostrado que no funciona.
Se dirá que ha habido una pandemia, un volcán, una crisis energética e incluso el frenazo del núcleo de la tierra que llegó a ser aducido por el Sr. Sánchez. Se dirá que ha habido todo eso, pero excepto lo del volcán, la pandemia y la crisis energética las ha pasado todo el mundo, y el núcleo de la tierra está para todos igual, y sin embargo, nosotros hemos sido los peores.
Si todo ello ha estado ahí para todos, solo hay un factor diferencial que explica esta deriva, y es que a los mandos han estado el sr. Sánchez y la Sra. Montero con sus políticas equivocadas.
Los socialistas no han hecho una política económica para la mayoría social, sino que han asfixiado y empobrecido a la mayoría social.
Somos los únicos de la UE27 en que ha caído la renta per cápita respecto a 2019: un -1,1% frente a una ganancia media del +3,2. Han frito a impuestos a los españoles subiendo la presión fiscal 3,4 puntos de PIB, lo que supone nueve veces más que la media de la Unión.
Han procedido a una auténtica devaluación salarial de los españoles vía inflación. Tras perder un 5,3% de salario real en 2022, los trabajadores no han recuperado nada de poder adquisitivo en el siguiente ejercicio.
Han desaparecido 82.271 empresas cotizantes desde que Sánchez es presidente y han hecho una reforma laboral que maquilla el empleo en lugar de arreglar el empleo.
Hoy en nuestro país hay un empleo más precario mientras el Gobierno presume. Hoy nuestros jóvenes tienen que encadenar varios contratos de días o semanas y su Gobierno les dice que eso son contratos indefinidos. Hoy hay que pluriemplearse con varios contratos parciales para poder juntar un sueldo que ni siquiera es decente a final de mes, seguimos con la mayor tasa de paro de la Unión y la mayor tasa de paro juvenil y femenino. Y el Gobierno sale sonriente en los telediarios.
Somos el cuarto país de la UE27 con mayor porcentaje de población en riesgo de pobreza: solo por detrás de Rumanía, Bulgaria y Grecia. Tenemos el 32,2% de niños en riesgo de pobreza, 7,5 puntos más que la media europea. Y es imposible acceder a una vivienda a un precio asequible para cualquiera en nuestro país.
Esta es la realidad de la mayoría de los españoles, entonces, ¿de qué mayoría social nos hablan? ¿Por qué nos engañan?
Se ha dicho en otras ocasiones, los españoles no merecen un Gobierno que les engañe. No merecen un Gobierno que les hable de la senda de estabilidad presupuestaria mientras nos instala en la inestabilidad de sus pactos Frankenstein.
Los españoles no merecen un Gobierno que les hable de la senda de estabilidad cuando resulta que, por la puerta de atrás y de tapadillo, el Gobierno está abandonando la senda constitucional.
Los españoles necesitan y merecen una alternativa de política económica viable y plausible, y la hay.
Hay una alternativa de política económica, que es la que proponemos, y pasa, en primer lugar, por no desconocer las señales de estancamiento de nuestra actividad económica y, en segundo lugar, por hacer las reformas estructurales necesarias que, además, aseguren, que los fondos Next Generation son efectivos y despliegan su potencial transformador.
Proponemos la revisión a la baja de nuestro sistema tributario como primera medida de estímulo para revertir la desaceleración y mejorar nuestro mercado de trabajo y desmaquillarlo, para afrontar la precariedad, la parcialidad, la temporalidad, y no solo cambiarlas de nombre.
Hay que superar el desaguisado de nuestro sistema eléctrico adoptando las decisiones precisas que planteamos en el Pacto por la Energía que ofrecimos; afrontar los desequilibrios de nuestro sistema de pensiones desde el acuerdo y el consenso en el Pacto de Toledo y simplificar leyes y normativas, desburocratizando procedimientos.
Hay una alternativa de política económica que se centra en recuperar la productividad y competitividad de nuestras empresas y corregir el pequeño tamaño de las mismas porque ambas cosas, baja productividad y pequeño tamaño, son dos de los principales desequilibrios de nuestra economía.
Revertir lo que ha habido estos años de estancamiento y resignación, recuperar la senda del crecimiento que genera bienestar y mejora las condiciones laborales y salariales de todos, volver a converger en riqueza con nuestros socios europeos -en lugar de divergir como está pasando- es, seguro, la gran ambición de los españoles y debería ser, para los próximos años, la ambición de un país. Solo hace falta un Gobierno que no nos defraude.
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