Llevamos seis meses de legislatura y en el Consell de Formentera se formó la gozadera la semana pasada. Un equipo de gobierno recién creado, con mayoría absoluta y el mismo color político que en Palma, se prometía como un camino de rosas para una legislatura soñada.
Pues va a ser que no, todo lo contrario. Esta semana se ha escenificado claramente que Llorenç Córdoba ha ido por libre, sin consensuar decisiones importantes con sus socios a los que ha encabritado la situación. Una vez Córdoba se ha dado cuenta del error ha hecho propósito de enmienda y se ha disculpado y sus compañeros de viaje anuncian que tomaran medidas.
Hay mal rollo, no puede estar más claro. Llegados a este punto no debemos olvidar que el pasado 28 de mayo Sa Unió ganó las elecciones porque sus rivales (GxF y PSOE) las perdieron estrepitosamente. El principal motivo por el que los electores dieron el vuelco en las urnas fue el cansancio provocado por un enfrentamiento encarnizado de los dos grupos que compartían gobierno y que acabó llevando la crispación más allá de las puertas del Consell. Además de actitudes prepotentes y soberbias, propias de quien lleva muchos años gobernando y cree que el cortijo público es suyo.
Los ciudadanos fueron claros en su mensaje y optaron por aquellos que anunciaban que Formentera necesitaba un cambio. Pero la situación de la semana pasada me ha recordado los peores tiempos del gobierno anterior en el que el ruido de sables era ensordecedor, así que de cambio nada.
Sa Unió debe volver a calmar las aguas, tomar las decisiones que considere oportunas y ofrecer tranquilidad y seguridad a los ciudadanos de la isla, que permanecen atónitos ante unas luchas de poder que nadie desea. Hay mucho trabajo que hacer y a eso hay que dedicar los esfuerzos por el bien de la isla.
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