Retorno hoy a los centros escolares, después de un largo verano. Pero una vez más el eterno problema vuelve a capear sobre las aulas, hablo de la falta de vivienda digna para los docentes.
De nuevo han quedado un montón de plazas por ocupar en Formentera y también en Ibiza. Las oposiciones y el proceso de estabilización ha sido muy agradecido por el sector de la educación, pero cuando a los profes les toca plaza en las pitiusas, es un marrón. La búsqueda de vivienda con muy pocas posibilidades de encontrar algo asumible, se convierte en una pesadilla que borra de un plumazo la ilusión de un nuevo destino.
Ahora el Consell de Formentera ofrece la casa de colonias para parar el primer golpe, hasta que los turistas se marchen y el mercado de invierno ofrezca más opciones, pero el tiempo vuela y mayo llega cual espada de Damocles, poniendo a los nuevos profes en la calles, en el sofá de un amigo o en el coche.
Si en el mejor de los casos alguno de los docentes recién llegados encuentra hospedaje, el precio será agobiante y se planteará su paso por nuestra isla como un calvario necesario para sumar puntos con los que poder escoger un destino mejor.
De ese modo, a nadie se le ocurre consolidar plantillas, con profesores que evolucionen al mismo ritmo que sus alumnos. Y estos últimos van viendo año tras año como su referente cambia inevitablemente, con todo lo que ello supone. El problema es grave y hasta que toda la sociedad no haga una reflexión seria y empiece a dar pasos al unisono, ninguno de los actores implicados pueden dar con la solución en solitario.
Propietarios, instituciones, inquilinos y empresas deben entender que una sociedad no funciona sin maestros, sin médicos y enfermeras, sin policías, por más que las cuentas corrientes estén bien abultadas a final de temporada.
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